01 marca 2001

Reconstruir la comunidad desde el perdón y solidaridad. Una relectura de Nehemías 5,1-13.

[Stefanów, Jan Jacek. “Reconstruir la comunidad desde el perdón y la solidaridad. Una relectura de Nehemías 5,1-13.” Spiritus (edición hispanoamericana), no. 162 (2001): 58-69 = Stefanów, Jan Jacek. “Reconstruction de la comunauté à partir du pardon y de la solidarité. Une relecture de Néhémie (5,1-13).” Spiritus (Revue Trimestrielle), no. 162 (2001): 72-82. ]


Plantear el tema del perdón dentro de una metodología de lectura de la Biblia a partir de la realidad del pueblo - porque dentro de esta metodología queremos situar el presente estudio - nos marca unas coordenadas precisas para el tratamiento de este y cualquier otro tema. Los desastres naturales - fenómeno del niño, la amenaza de los volcanes - que ha vivido Ecuador en los últimos dos años, el colapso del sistema económico-bancario del país, la corrupción, las grandes turbulencias sociales y los consecutivos cambios de presidentes que se han producido en el mismo lapso de tiempo y la profunda crisis socio-económico-moral que vive nuestro pueblo en consecuencia de todo esto, nos llevan a buscar en la Biblia luces y elementos para una reconstrucción de las estructuras y valores de nuestra sociedad. La pregunta que tratamos de responder en este artículo es: ¿Se puede reconstruir el pueblo partiendo del perdón y de la reconciliación? La respuesta a esta pregunta la buscaremos en la experiencia del pueblo de Israel a lo largo de su historia y especialmente en la época después del exilio, cuando Israel también estaba reconstruyendo sus instituciones y construyendo de nuevo su identidad como pueblo.


¡Escucha Señor y ten piedad!

La relación de los israelitas con Yavé, el Dios atento al clamor del pueblo, que los había sacado de la esclavitud de Egipto y constituido en un pueblo libre y soberano (Dt 26,5-9), frecuentemente se presenta en la Biblia en términos de una relación de pareja: la ruptura de la Alianza por parte del pueblo se denuncia en términos de infidelidad, prostitución (Os 3, Num 25,1-3). Como consecuencia, se produce la ruptura de la alianza, el fin del compromiso de Yavé con su pueblo. Cuando los israelitas se alejan del proyecto del Éxodo, cuando sus estructuras sociales, sus leyes y sus comportamientos contradicen la Alianza establecida en el monte Sinaí, su prosperidad se convierte en desgracias, y su futuro se ve amenazado.

Será, sobre todo, la teología nacida en los círculos deuteronomistas, la que contemplará toda la historia de Israel en términos de Alianza / bendición - infidelidad - castigo - conversión - perdón / bendición. Un ejemplo claro de esta forma de ver la historia lo podemos encontrar en la oración de Daniel (Dn 9,4-19).


El exilio de Babilonia, la pérdida de la tierra, del templo y del rey - elementos que identifican a Israel como pueblo - constituyó uno de los mayores traumas del pueblo de Israel. ¿Por qué Dios nos ha abandonado? - es el grito que atraviesa el libro de Lamentaciones nacido en la época del exilio babilónico (Lam 5). Esta dolorosa experiencia del pueblo origina una intensa reflexión teológica que tiene como finalidad explicar las causas de este desastre nacional. El diagnóstico, fruto de esta reflexión, es claro y categórico: Dios nos ha castigado porque hemos abandonado sus leyes (Bar 1,15-3,8). De ahí que cuando el pueblo de Israel recupera su libertad, gracias al edicto de Ciro, rey de Persia (Esd 1,2-4), uno de los principales proyectos de reconstrucción, promovido por Esdras, un doctor de la Ley, insistirá en la necesidad de restablecer la Alianza con Dios. Esto se debía llevar a cabo a través del cumplimiento riguroso de la ley (8,1-12).

Dentro de este proyecto renovador debemos situar la legislación relacionada con el Año Jubilar1 - legislación que recupera el proyecto nacido a raíz del Éxodo y lo relanza en este nuevo contexto socioeconómico de Israel.

La mayor parte de los comentaristas creen que el Jubileo era una visión utópica de esperanza proyectada por los sacerdotes del tiempo del destierro, que emplearon motivos e ideas corrientes en aquella época. Así pues las leyes del Jubileo parecen representar intentos tardíos e idealistas para restaurar el Año Sabático y la remisión de las deudas.

El Año Sabático acontecía cada siete años. El septenario se inspiraba en la semana de siete días: había un día de reposo, el sábado, cada siete días; y, había un año de descanso, el Año Sabático, cada siete años. El Año Sabático se distinguía por el reposo de la tierra, la liberación de los esclavos, y la condonación de las deudas y constituía una de las instituciones propias y más excelentes de Israel, pues la literatura oriental antigua no presenta ningún paralelo exacto. La regulación del Año Sabático aparece dispersa en distintos ámbitos del Pentateuco. Recorramos los lugares que lo refieren para discernir su peculiaridad.

El Código de la Alianza (Éx 20,22-23,33) prevé la libertad para los esclavos hebreos el año séptimo (Éx 21,2-6). Los campos de cultivo, las viñas y olivares, deben dejarse yermos, y aquello que produzcan espontáneamente debe dejarse para los pobres y la alimentación de los animales (Éx 23,10-11).La legislación deuteronómica (Dt 15,1-18) obliga cada siete años a la Remisión. La “Remisión” consiste en la devolución de prendas personales retenidas para satisfacer deudas (Dt 15,1-6), y la liberación de los esclavos hebreos (Dt 15,12-18). La “Remisión” tenía carácter general y acontecía en fechas fijas (Dt15, 7-11), en las que se proclamaba solemnemente la Ley (Dt 31,10-11).

La ley sobre el reposo de las tierras (Éx 23,10-11), reaparece en Lv 25,2-7: cada siete años la tierra debe disfrutar el descanso sabático, según un ciclo que se supone iniciado al conquistar la Tierra Prometida. La tierra no se siembra el séptimo año; pero, el año sexto Dios bendice a Israel, de tal manera, que la tierra produce suficiente para comer durante el año de reposo y el año siguiente, y todavía sobra (Lv 25,18-22).

El Año Sabático, por la exigencia de las leyes que lo regulan, es ocasión privilegiada para vivir comunitariamente la justicia y la libertad de Dios: recupera la igualdad entre todos los hebreos, libera los esclavos, otorga reposo a la tierra y conmuta las deudas.

El Año Sabático es una antigua y genuina institución de Israel. Un excelente programa y una magnífica utopía. La oportunidad de vivir como pueblo, un año de cada siete, la experiencia de justicia y libertad nacida del recuerdo liberador del Exodo. La ley del Año Sabático no pudo aplicarse en plenitud; pero recordaba a Israel la necesidad de vivir como pueblo en libertad, igualdad y justicia. Dios había liberado a su pueblo, e Israel debía vivir su vida como comunidad salvada por Dios.

El Año Jubilar, institución que recupera y actualiza la práctica del Año sabático en la época de postexilio, era tiempo de liberación para todos los habitantes de Israel: “Declararán santo este año cincuenta y proclamarán la liberación para todos los habitantes del país. Será para ustedes año jubilar y podrán regresar cada uno a su propiedad y a su familia” (Lv 25,10). El término “liberación” (Lv 25,10) indica el cese del sometimiento de toda persona al capricho arbitrario de un amo, sumisión que impide al ser humano su realización personal: Alude, expresamente, a la liberación de los cautivos (Is 61,1) y esclavos (Jr 34,8.15.17). La liberación otorgada en el Año Jubilar (Lv 25,10) puede desglosarse en dos apartados: el descanso de la tierra y la liberación de personas. La fundamentación religiosa del Año Jubilar reposa en un principio: Yavé es el Dios de Israel y no hay otro, “Yo soy el Señor tu Dios” (Lv 25,55). De esa raíz nacen las dos experiencias básicas de la fe israelita: La certeza de que Yavé liberó a Israel de Egipto (Lv 25,42.55) y la seguridad de que Yavé es Señor de la tierra (Lv 25, 23), por ser su creador (Gn 1,1-2,4a).

El Año Jubilar es la utopía social y humana del Antiguo Testamento. Rememora, igual que el Año Sabático, la liberación de Egipto y actualiza el señorío divino sobre la tierra, pero no tenemos ningún indicio, en la Biblia, de que las prescripciones del Jubileo fueran verificadas globalmente alguna vez.

La referencia al Año Jubilar consta en los textos jurídicos que lo rigen: en (Lv 25) como ley general, y en dos leyes menores (Lv 27,16-25; Num 36,4) que matizan aspectos legales de la ley principal. Ninguna narración de la historia de Israel refiere el cumplimiento de las prescripciones del Año Jubilar. Cuando Jeremías menciona la liberación de esclavos acontecida en Jerusalén durante el asedio de Nabucodonosor (Jr 34,14), la fundamenta en las prescripciones del Año Sabático (Dt 15,12-18), y no en las normas del Año Jubilar (Lv 25,39-55). Nehemías ordena la observancia del Año Sabático (Neh 10,32), pero no menciona al Año Jubilar. Ezequiel y el Tercer Isaías (Is 56-66) describen el Año Jubilar como proyecto de futuro, pero no a modo de realidad puesta en práctica. La ley jubilar (Lv 25) y las posibles alusiones de Ez 46,17; Is 61,1-2, inducen a pensar que el Año Jubilar es el proyecto de libertad, igualdad y justicia social para todo Israel que en la práctica no llegó a realizarse plenamente nunca: sólo permanece en las leyes que lo regulan y en la utopía de Ezequiel y el Tercer Isaías.

Existe, sin embargo, en la Biblia un texto que refleja - aunque no de manera directa - la fuerza y la incidencia que tenían en la vida del pueblo los ideales de igualdad social y dignidad personal de cada israelita que habían impulsado el proceso del Éxodo y que animaron más tarde las leyes jubilares. El capítulo 5 del libro de Nehemías - es a este texto al que nos estamos refiriendo - podría ser un ejemplo claro de una realización práctica de estos ideales y puede ser considerado también extremadamente actual y revelador en la coyuntura que vivimos hoy en nuestro continente latinoamericano.


¿No somos iguales que nuestros compatriotas?

El libro de Nehemías es un escrito generalmente muy poco conocido y prácticamente ausente de nuestra reflexión y vida eclesial. Habría que preguntarse si esta "falta de popularidad" se debe a la simple omisión o es una ausencia "premeditada", como la de tantos otros textos de la Biblia, debido a su "fuerza contestataria"...

Todo el libro de Nehemías, y su capítulo 5 en especial, se encuadran en el contexto de la crisis social que vive Israel en el siglo V antes de Cristo2. El factor desencadenante de este agudo conflicto social fue probablemente la carga económica adicional que cayó sobre el pueblo a raíz de la decisión de reconstruir la muralla de Jerusalén en tiempos del gobernador Nehemías3. Tenemos indicios para pensar que no se trata aquí de un episodio puntual sino, más bien, se nos describe una profunda y duradera crisis social reflejada también en otros textos bíblicos nacidos en la misma época4.

Dentro de este capítulo 5 del libro de Nehemías son los versículos 1-13 los que reflejan directamente la crisis que está viviendo el pueblo y la solución que encuentra Nehemías, el gobernador mandado por el rey de Persia - el imperio "protector" de Israel en esta época5. La misma estructura del texto, en el que podemos distinguir dos partes bien evidenciadas, refleja los dos grupos protagonistas del conflicto descrito en el texto. Detengámonos entonces a ver con más atención los detalles presentes en el texto de Neh 5,1-13 que presentamos a continuación en una traducción propia del original hebreo:


La primera parte, los versículos 1-5, refleja el grito de protesta del pueblo llano y pobre, con destacado protagonismo de las mujeres, frente al gobernador Nehemías. El motivo de protesta es la dificultad económica que atraviesa el pueblo:

  • no les alcanzan medios económicos para conseguir alimento para sus familias (v. 2)

  • se han visto obligados a hipotecar sus bienes materiales y medios de producción - campos, viñas y casas - para obtener el alimento (v.3)

  • se han tenido que endeudar para poder pagar el impuesto anual sobre los campos y viñas, que de todas maneras ya estaban empeñados (v.4)

Detrás de este reclamo, como ya hemos mencionado antes, asoma la profunda crisis social que atraviesa Israel en el siglo V. La alegría de la liberación producida en el año 538 a.C. por el decreto de Ciro, pronto se vio oscurecida por las dificultades económicas que desembocaron en una profunda crisis y división social. Si bien el rey Ciro dio libertad y autonomía a los israelitas, uno de sus sucesores, Darío, realizó una reforma financiera en el imperio persa, por la cual los judíos tuvieron que pagar impuestos al rey de Persia (Neh 5,4) en moneda de plata. La cantidad a pagar se fijaba de antemano para cada provincia, sin tener en cuenta el rendimiento de las cosechas. En un año de sequía o mala cosecha los campesinos no sólo pasaban hambre y tenían que empeñar sus bienes para conseguir alimento (Neh 5,2-3), sino que además tenían que endeudarse para conseguir monedas de plata para el pago del impuesto al rey (v.4). Conviene que tengamos presente que en aquella época regía una estricta legislación sobre créditos, que permitía al acreedor tomar posesión de los bienes e incluso de la familia de sus deudores (v.5)6.

El cuadro descrito en estos primeros versículos es entonces sumamente trágico: los campesinos, "el pueblo de la tierra" como se los llamará en otras partes, están pasando escasez alimenticia y para poder sobrevivir están empeñando sus campos y casas a cambio de alimento pero esto no soluciona su problema porque además tienen que pagar el impuestos al rey de Persia y para esto tienen que pedir préstamos. ¿Qué pueden ofrecer como garantía a sus acreedores? - a sus hijos e hijas y a ellos mismos; se entregan "voluntariamente" como esclavos de sus acreedores. Esta situación, dura e inaguantable, desemboca en el clamor del pueblo. Seguramente no por casualidad utiliza el autor en el versículo 1 la palabra "clamor", que hace referencia al clamor de los esclavos de Egipto que produce la intervención liberadora de Yavé: «¡He visto la opresión de mi pueblo en Egipto, he oído el clamor que les arrancan sus opresores y conozco sus angustias! Voy a bajar para liberarlo del poder de los egipcios» (Éx 3,7-8). El clamor del pueblo frente al gobernador es entonces un clamor de esclavos. Pero lo más grave de toda esta situación es que los opresores del pueblo son… ¡sus propios compatriotas judíos (v.5)! No es casualidad que la palabra "hermano" se repita hasta 6 veces a lo largo de todo este breve pasaje. Parece como si el autor del texto quisiera destacar que la legislación jubilar que prohibía expresamente a los judíos tomar a sus propios hermanos como esclavos (Lv 25, 45-46) estaba siendo violada.


Esta situación de injusticia y opresión, en flagrante violación de la más antigua legislación de Israel, encendió la ira de Nehemías, como en tantas otras ocasiones se encendía la ira de Yavé a causa de las infidelidades de su pueblo (Neh 5,6; cf. Num 11,1; Jos 7,1). Nehemías, indignado y furioso, les echa en cara a los ricos su perversidad y convoca contra ellos la asamblea del pueblo para condenar y solucionar públicamente esta situación de injusticia (Neh 5,7-13).


Un elemento interesante de la segunda parte de nuestro texto radica en el hecho de que aparezcan en él dos grupos de acreedores: los "buenos", representados por Nehemías (v.10) el Gobernador del pueblo y sujeto narrador del relato, y los "malos", identificados como "nobles y magistrados" (v.7). La oposición entre estos dos grupos, iniciada en el reclamo de Nehemías (v.7) reforzada con la estructura binaria del versículo 8 donde se confronta la práctica opuesta de cada uno de los grupos, constituirá el hilo conductor de esta segunda parte del relato. Esta forma de organizar el texto refleja la situación de división social que vivía el pueblo de Israel en el tiempo de redacción del libro de Nehemías. El pueblo estaba dividido no sólo entre ricos y pobres, sino que se produjo también una división entre los nobles a causa de la diversidad de sus intereses. No cabe duda, que fueron las familias ricas e influyentes las que ejercían de prestamistas y sacaban el provecho económico de la crisis. Al interno de la clase alta se plantea un conflicto de lealtades:

  • ser fieles a sus intereses y los del imperio persa

  • o, más bien, fieles a las antiguas tradiciones, insistir en el bienestar e igualdad de la propia comunidad judía.

Por lo visto, una gran parte de la clase alta estaba plenamente de acuerdo con la política económica del imperio persa que les beneficiaba también a ellos. Sin embargo existe un sector de la nobleza israelita, representado en nuestro relato por Nehemías y su familia, que, inspirado por la legislación del Pentateuco, se sentía obligado a una solidaridad con sus hermanos empobrecidos. Es justamente a partir de la ley de rescate (Lv 25,47) que se resaltan las diferencias entre la nobleza israelita y arranca el juicio público de Nehemías sobre sus compatriotas "usureros":


Nosotros, según nuestras posibilidades, compramos a nuestros hermanos judíos vendidos a gentiles,

pero ustedes venden a sus hermanos para que sean vendidos a nosotros.


Llama la atención también la motivación religiosa (teológica) del juicio de Nehemías: «No deberían caminar en el temor de nuestro Dios evitando el desprecio de nuestros enemigos?» (v. 9). Todo este juicio, y también la solución que se buscará, están empapados del espíritu de las leyes jubilares, a las que nos hemos referido anteriormente, leyes que se traducen en práctica en el perdón y remisión de deudas (cf. Lv 25). Justo el perdón de las deudas y el abandono de los beneficios económicos ("usura") que las mismas implicaban, es lo que exige Nehemías a la nobleza israelita. En el versículo 11, que constituye el centro de esta segunda parte del texto, se plantea la devolución de los medios de producción - campos, viñas, olivares (elemento nuevo que refuerza la grandiosidad del perdón) y casas - hipotecados para conseguir alimentos. Esta devolución, que de hecho es el perdón de las deudas, "desbloquea" la enredada situación social y restablece la igualdad de oportunidades al interior de pueblo de Israel. A partir de este perdón se restablece el proyecto original del pueblo de Israel, se restablece la Alianza. Por eso también se realiza una nueva Alianza con Dios en presencia de los sacerdotes (v.12), reforzada con el gesto profético de Nehemías vinculando la fidelidad a la misma al castigo divino (v. 13). De esta manera se consuma la liberación de la esclavitud, se constituye de nuevo la unidad del pueblo, se restablece la Alianza; el clamor del pueblo se convierte en alabanza.


Buscando luces nuevas

El texto de Nehemías que acabamos de analizar aporta, a nuestro juicio, muchos y valiosos elementos para el debate que se lleva actualmente a cabo a lo largo y ancho de nuestro continente latinoamericano. Son muchos los profetas del sistema neoliberal que abogan por la necesidad de implantar o radicalizar las medidas económicas que aseguren la recuperación de la maltrecha y destruida economía de la mayoría de los países de nuestro continente. "Disciplina fiscal", "eliminación total de subsidios", "pago de los compromisos adquiridos" (es decir "pago de la deuda externa") son los términos que nos bombardean todos los días a través de la televisión, de los noticieros y de los titulares de la prensa. El resultado de esta situación es que el 80% de los ecuatorianos vive en pobreza y la mitad de ellos en absoluta indigencia. Esta situación es denominada "el costo social de las reformas". Pero la pregunta que se plantea el pueblo, el clamor popular que arranca del campo, de los páramos y de los suburbios de las grandes ciudades se traduce en una pregunta: ¿por qué siempre los más pobres tienen que ser los más perjudicados? A la luz del estudio que acabamos de realizar podemos preguntar: ¿por qué no pensar en un "esfuerzo compartido" para la recuperación del país? Acabamos de ver, como el pueblo de Israel, haciendo memoria del pasado y recuperando sus más antiguas leyes y tradiciones plantea un inicio solidario a una etapa de su historia. Tal vez, iluminados por el ejemplo que asoma de las páginas de la Biblia, podríamos esforzarnos por buscar alternativas al desarrollismo desalmado y esclavizador promovido por los sectores pudientes de nuestras sociedades y tratar de construir proyectos alternativos que traten de promover estructuras sociales solidarias e igualitarias. Al fin y al cabo, «¿no somos iguales que nuestros compatriotas y nuestros hijos no son como los suyos?»





Bibliografía:


ABADIE, Ph., El libro de Esdras y de Nehemías, CuadBib 95, Estella 1998.

ALBERTZ, R., Historia de la religión de Israel en tiempos del Antiguo Testamento, II. Desde el exilio hasta la época de los Macabeos, Madrid 1999.

CAMPOS SANTIAGO, J., «Historia cronista», en Historia, Narrativa, Apocalíptica, ed. J. M. Sánchez Caro, Estella 2000, 217-334.

CROATTO, J. S., «La deuda en la reforma social de Nehemías. Estudio de Nehemías 5:1-19», RIBLA 5-6 (1990) 27-37.

GUIJARRO, S. (dir.), Año de gracia. Año de liberación. Una semana bíblica sobre el Jubileo, Estella 2000.

REIMER, H. - REIMER RICHTER, I., Tempos de Graça: o jubileu e as tradições jubilares na Bíblia, São Leopoldo 1999.





Juan J. Stefanów

Centro Bíblico Verbo Divino

Quito - ECUADOR

stefjan@andinanet.net

1 Cf. H. REIMER - I. RICHTER, Tempos de Graça: o jubileu e as tradições jubilares na Bíblia, São LeopoldoAño de gracia. Año de liberación. Una semana bíblica sobre el Jubileo, Estella 2000. 1999; S. GUIJARRO (dir.),

2 Cf. J. S. CROATTO, «La deuda en la reforma social de Nehemías. Estudio de Nehemías 5:1-19», RIBLA 5-6 (1990) 27-37.

3 Cf. R. ALBERTZ, Historia de la religión de Israel en tiempos del Antiguo Testamento, II. Desde el exilio hasta la época de los Macabeos, Madrid 1999, 661-683.

4 Cf. Is 29,17-24; 57,1; 58,6-10; Sal 37

5 Sin entrar en tecnicismos exegéticos podemos recordar que un texto bíblico se puede estructurar en base a las palabras utilizadas, su posición y su repetición. En el caso concreto del capítulo 5 de Nehemías, descubrimos una repetición de la palabra "pueblo" en los versículos 1 y 13, que junto con otros elementos que destacamos en el esquema que se presenta a continuación, nos permiten considerar el texto comprendido entre estos dos versículos como una unidad textual.

6 Algunos exégetas corrigen también en el v. 2 una letra y leen: «Tenemos que dejar en prenda nuestros hijos e hijas».