01 grudnia 2002

Anunciar e identificar al Mesías

Uno de los personajes que nos acompaña en el tiempo de Adviento es Juan el Bautista. De él dijo Jesús: “entre los hijos de mujer no hay ninguno más grande que Juan Bautista” (Lc 7,28). Con él, el último de los profetas del Antiguo testamento, queremos cerrar este ciclo dedicado a los profetas de Israel.


La época en la que vivió Juan el Bautista.

En el siglo I de nuestra era Palestina vivió una época de fuerte convulsión social. Prácticamente desde que el país fue ocupado por los romanos, se fueron sucediendo grandes y pequeñas revueltas sociales. En el libro de los hechos de los Apóstoles encontramos una breve, pero significativa, descripción del ambiente social de Palestina hecha por un fariseo y doctor de la Ley, llamado Gamaliel: “tiempo atrás se presentó un tal Teudas, que pretendía ser un gran personaje y al que se le unieron unos cuatrocientos hombres. Más tarde pereció, sus seguidores se dispersaron, y todo quedó en nada. Tiempo después, en la época del censo, surgió Judas el Galileo, que arrastró al pueblo en pos de sí. Pero también éste pereció y todos sus seguidores se dispersaron” (Hch 7,36-37). En este ambiente se desarrolló la actividad profética de Juan, llamado el Bautista.


El precursor.

Los cuatro evangelios subrayan que la actividad profética de Juan el Bautista es anterior al ministerio de Jesús. Por eso también a Juan se le ve como el precursor del Mesías. Existía en Israel la antigua profecía del profeta Malaquías, según la cual, antes de la llegada del Mesías volvería a aparecer de nuevo el gran profeta Elías: Les voy a enviar al profeta Elías antes que llegue el día de Yavé, que será grande y temible. Él reconciliará a los padres con los hijos y a éstos con sus padres, para que, cuando yo llegue, no tenga que maldecir a este país (Mal 3,23-24). Muchos creyeron que en Juan se cumplió esta profecía; Jesús era uno de ellos (Mt 11,1-14; Mc 9,11-13).

“El drama” de Juan consiste en que su vida se compara con la de Jesús, subrayando siempre la superioridad de Jesús. En los primeros capítulos del evangelio de Lucas tenemos el mejor ejemplo de esta comparación: se narra la anunciación del nacimiento de Juan (Lc 1,5-25) y después la anunciación a María (Lc 1,26-38); todo este bloque termina con el encuentro de las madres, María e Isabel, durante el cual Juan en el vientre de Isabel baila delante de María, quien lleva en su vientre a Jesús (Lc 1,39-45), igual que David bailó delante del Arca de la Alianza (1Sam 2,1-10). Esta forma de organizar el relato tiene como finalidad dejar en claro que el personaje central, el Mesías, es Jesús; Juan es el que lo descubre y presenta a los demás (Jn1,19-34).


El profeta.

Sería injusto reducir la actividad de Juan sólo a la preparación del camino de Jesús. Juan es un auténtico profeta preocupado por la vida de su pueblo. Toda su actividad profética tenía como objetivo despertar la conciencia del pueblo y hacerlo volver a vivir el proyecto de la Alianza con Dios. Juan se ubica en el desierto y desde allí, recordando el desierto que atravesó el pueblo de Israel durante el Éxodo, lleva adelante su actividad profética. Mucha gente de Israel, siguiendo el llamado y el ejemplo de Juan, sale de Jerusalén, va hacia el desierto e inicia un nuevo éxodo: Juan el Bautista empezó a bautizar en el desierto. Allí predicaba bautismo y conversión, para alcanzar el perdón de los pecados. Toda la provincia de Judea y el pueblo de Jerusalén acudían a Juan para confesar sus pecados y ser bautizados por él en el río Jordán. Además de la piel que tenía colgada de la cintura, Juan no llevaba más que un manto hecho de pelo de camello. Su comida eran langostas y miel silvestre (Mc 1,4-6). Viviendo en el desierto, visitiendo y comiendo de lo que éste le proporciona, Juan subraya su total ruptura con la sociedad de su época, a la cual considera totalmente corrompida. Él quiere iniciar una nueva sociedad, justa y solidaria. Es conveniente subrayar que Juan no se limita en su predicación a cuestiones puramente religiosas. En su discurso condena cualquier forma de corrupción y explotación, reclama justicia y hace un llamado a la solidaridad: La gente le preguntaba: «¿Qué debemos hacer?» Él les contestaba: «El que tenga dos capas, que dé una al que no tiene, y el que tenga de comer, haga lo mismo». Vinieron también los cobradores de impuestos para que Juan los bautizara. Le dijeron: «Maestro, ¿qué tenemos que hacer?» Respondió Juan: «No cobren más de lo establecido». A su vez, unos soldados le preguntaron: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?» Juan les contestó: «No abusen de la gente, no hagan denuncias falsas y conténtense con su sueldo» (Lc 3,10-14). Sin duda alguna, Juan nos está dando un ejemplo vivo y actual cómo nosotros hoy podemos y debemos vivir nuestro compromiso con Dios y con el Evangelio.



Recordemos:

- ¿En qué circunstancias desarrolla Juan su actividad?

- ¿Cómo presentan los evangelistas a Juan Bautista?

- ¿A qué nos invita el ejemplo de Juan?


Juan Stefanów

Centro Bíblico Verbo Divino

director@verbodivino-ecu.org



01 listopada 2002

¿Qué nos diría Isaías?

En el Anunciar del mes de junio habíamos conocido ya a Isaías, el profeta del sur de Israel, contemporáneo de Amós y Oseas. Isaías nació alrededor del año 760 antes de Cristo y su vida y actividad profética se desarrollaron en el siglo VIII antes de Cristo. ¿Por qué volvemos entonces a hablar de nuevo de este profeta? Pues resulta que unos 200 años después de su muerte, cuando terminó exilio en Babilonia, un grupo de profetas anónimos toma el nombre de Isaías, para transmitir un mensaje profético al pueblo de Israel. Encontramos este mensaje en los capítulos 56-66 del libro de Isaías. No era la primera vez que se hacía esto. Ya antes, en la época de exilio un profeta anónimo, a quien llamamos ahora el segundo Isaías, hizo lo mismo. Su mensaje se encuentra en los capítulos 40-55 del libro de Isaías.


La época de postexilio.

El exilio en Babilonia fue una experiencia muy dolorosa para el pueblo de Israel. De un momento a otro se habían encontrado en tierra extranjera y despojados de todo lo que les identificaba como el pueblo de Dios: estaban sin tierra, sin templo y sin rey – elementos visibles de la alianza establecida con Dios. El exilio duró casi 50 años, es decir, toda una generación. En el año 538 antes de Cristo, Ciro, rey de Persia, venció y conquistó definitivamente al imperio Babilonio y devolvió la libertad a los judíos que se encontraban en aquellas tierras. Ciro promulgó un decreto oficial donde ordenaba que los israelitas regresaran a su tierra e invitaba al pueblo persa a ayudarles en la restauración de la ciudad de Jerusalén (Esd 1,2-4). De esta manera comienza una nueva etapa en la historia del pueblo de Israel: la restauración.

La dolorosa experiencia del exilio ha dado origen a una intensa reflexión teológica en esta época de restauración. Se trataba de explicar las causas del desastre del exilio. El diagnóstico, fruto de esta reflexión, fue claro y categórico: Dios nos ha castigado porque hemos abandonado sus leyes (Bar 1,15-3,8). Este diagnóstico tuvo después su repercusión a la hora de proponer los diferentes programas de reconstrucción del pueblo. En la época de restauración podemos hablar básicamente de tres propuestas diferentes de reconstrucción:

  • la propuesta de Zorobabel y Josué (Esd 3,1-13), que se centraba en la reconstrucción de las estructuras externas: las murallas de la ciudad, el templo, las instituciones...

  • la propuesta de Esdras (Esd 9,1-2; 10,2-4; Neh 13,23-27), que partía de la pureza de la raza y de las tradiciones,

  • la propuesta profética que llamamos la propuesta de Tercer Isaías (Is 56-66), que era la única que ofrecía una alternativa novedosa y universal.


Jerusalén, luz de las naciones.

El profeta seguidor de Isaías se siente llamado a recuperar el ideal del Año Jubilar para infundir esperanza al pueblo de Israel. A él pertenece el famoso texto citado en parte por Jesús en la sinagoga de Nazaret:

El Espíritu del Señor Yavé está sobre mí,

porque Yavé me ha ungido.

Me ha enviado con buenas noticias

para los humildes, para sanar los corazones heridos,

para anunciar a los desterrados su liberación,

y a los presos su vuelta a la luz.

Para publicar un año feliz lleno de los favores de Yavé,

y el día del desquite de nuestro Dios.

Me envió para consolar a los que lloran

y darles a todos los afligidos de Sión

una corona en vez de ceniza,

el aceite de los días alegres, en lugar de ropa de luto,

cantos de felicidad, en vez de pesimismo (Is 61,1-3).

En su mensaje al para el pueblo de Israel en el proceso de reconstrucción este profeta dice que Dios les está dando una nueva oportunidad de establecer alianza con él. ¿Por qué? Porque los conoce y los ama:

Debido a su maldad, me enojé por un momento, y escondiéndome, le pegué con rabia cuando él, porfiado, continuaba en sus andanzas preferidas. Sin embargo no lo he olvidado. Yo le devolveré la salud, lo alentaré y lo ayudaré a recuperarse. Y a los que lloraban haré que les brote la risa de sus labios: ¡Paz, paz al que está lejos y al que está cerca!, dice Yavé. Sí, yo te voy a sanar (Is 57,17-19).

Un aporte novedoso de este profeta es su apertura universal. El amor de Dios no se dirige ya exclusivamente hacia el pueblo de Israel, sino que abarca a todos los pueblos:

Ahora vengo a reunir a todos los pueblos de todos los idiomas. Y cuando vengan, serán testigos de mi gloria. Yo haré un prodigio en medio de ellos y, luego, mandaré los sobrevivientes hacia todas las naciones y las islas más lejanas que no saben de mi fama ni han visto mi gloria (Is 66,18-19).



Recordemos:

- ¿Qué problemática vivió el pueblo de Israel después del exilio?

- ¿Qué propuestas de reconstrucción surgieron en el pueblo?¿En que se centraban?

- ¿Cuál es la propuesta del Tercer Isaías para el pueblo de Israel?

- ¿Qué nos inspiran los seguidores de Isaías a nosotros hoy?


Juan Stefanów

Centro Bíblico Verbo Divino

director@verbodivino-ecu.org



01 października 2002

Ezequiel – el profeta que camina con el pueblo.

La vida de cada uno de los profetas estaba llena de angustias e incertidumbres. En consecuencia, algunos, como Jeremías, se rebelan contra su complicada misión. Otros, y aquí podemos ubicar a Ezequiel, tratan de ir descubriendo el mensaje de Dios oculto en los enredos de la existencia diaria. En este sentido, el profeta Ezequiel puede ser un buen ejemplo del profeta que camina junto con el pueblo y trata de acompañarlo con su mensaje.


La época en la que vivió Ezequiel.

El rey Josías, quien llevó adelante, con ayuda del profeta Sofonías, todo un proceso de renovación en el pueblo de Israel, murió en el año 609 antes de Cristo. Después de la muerte de este rey comienza el deterioro de Israel. Sus reyes ya no son elegidos por el pueblo sino que son impuestos por los grandes imperios vecinos. Así, el sucesor del rey Josías, Joaquín, recibió la corona gracias al apoyo del faraón de Egipto, imperio al sur de Judá, pero pronto pasó bajo el dominio del imperio Babilónico, situado al norte del país. Mientras el rey de Israel pagaba los impuestos al rey de Babilonia, el pueblo vivía en relativa calma. Pero cuando el rey Joaquín en el año 597 dejó de pagar tributos a Babilonia, Nabucodonosor, rey de Babilonia invadió Jerusalén y llevó presos a Babilonia al rey y, junto con él, a gran cantidad de gente. El nuevo rey, impuesto por Babilonia, comienza a pagar de nuevo los impuestos a Babilonia. Durante nueve años hubo relativa calma. Pero el pueblo no pudo aguantar el peso de la opresión babilonia y en el año 588 se produjo una revuelta contra Babilonia. La respuesta no se hace esperar: Jerusalén es cercada por el ejército babilonio y después de año y medio de asedio tiene que rendirse. La ciudad es incendiada y saqueada y todos sus habitantes son llevados presos a Babilonia. Así comienza la época más triste en la historia de Israel – el exilio. El pueblo de Israel se encuentra de repente en tierra extraña y despojado de todo lo que lo identificaba como el pueblo de Dios: están sin tierra, sin templo y sin rey. El exilio durará casi cincuenta años – toda una generación.


La vocación de Ezequiel.

Tenemos muy pocos datos acerca de la vida del profeta Ezequiel. Sabemos que era hijo de un sacerdote llamado Buzi. Probablemente el mismo Ezequiel fue sacerdote igual que su padre.

Ezequiel, como joven muchacho fue llevado preso a Babilonia con el primer grupo de los deportados, en el año 597. Allá, en tierra babilonia, le llegó la vocación de profeta, según él mismo nos lo confirma: El año treinta, el día quinto del cuarto mes, encontrándome entre los desterrados, a orillas del río Queebar, se abrieron los cielos y contemplé visiones divinas” (Ez 1,1).


El mensaje para los desterrados.

En la actividad profética de Ezequiel podemos diferenciar claramente dos etapas: antes y después del destierro definitivo que tuvo lugar en el año 587 antes de Cristo. La primera etapa de su actividad, entre la vocación y la llegada a Babilonia del segundo grupo de los desterrados, se desarrolla bajo el signo de la denuncia. El profeta analiza las causas del desastre de Israel y encuentra como principales culpables a los líderes que se han corrompido y han buscado más su propio interés que el bien del pueblo:

Yavé me dijo además: «Hijo de hombre, di a Jerusalén: Eres una tierra que no ha recibido lluvia y que no fue regada en el día de la ira. En ella, sus príncipes son como león rugiente, ávido de presa, devoran a las personas, se apoderan de sus pertenencias y riquezas, y son tantas sus víctimas que no se cuentan las viudas.

Sus sacerdotes han violado mi Ley y profanado las cosas santas. No han hecho distinción entre lo sagrado y lo profano ni han enseñado a distinguir lo puro de lo impuro. No hicieron caso de mi sábado, y yo he sido deshonrado por ellos.

Los jefes de la ciudad son lobos sanguinarios, ávidos de presa, y matan a los inocentes por puro interés. Sus profetas les encubren los crímenes con vanas visiones y profecías mentirosas; y dicen: «Así dice Yavé», cuando Yavé no ha hablado.

Los señores del país cometen violencias y robos; pisotean al pobre y al indigente, y niegan su derecho al forastero. Busqué entre ellos un hombre que levantara un muro entre ellos y yo, y que permaneciera en el muro frente a mí, en defensa del país, para que yo no lo devastara, pero no lo hallé. Por eso, he desencadenado mi enojo sobre ellos y los he exterminado con el fuego de mi cólera y he cargado el castigo sobre ellos, declara Yavé» (Ez 22,23-31).


Cuando se produce la segunda deportación y el pueblo de Israel entra en una profunda crisis, el mensaje de Ezequiel cambia de tono; el profeta se esfuerza por anunciar la esperanza en medio de su pueblo que se siente abatido y derrotado. Todos hemos leído alguna vez el hermoso texto del capítulo 37 del libro de Ezequiel, lleno de consuelo y esperanza, donde el profeta anuncia vida nueva anuncia vida nueva para su pueblo que se daba por muerto. Los demás profetas del exilio seguirán el ejemplo de Ezequiel y se esforzaran por consolar y despertar la esperanza entre los desterrados.



Recordemos:

- ¿En qué circunstancias surge el profeta Ezequiel?

- ¿Cuáles son las principales etapas de su actividad?¿Qué características tienen?

- ¿Qué nos enseña Ezequiel a nosotros, los catequistas?


Juan Stefanów

Centro Bíblico Verbo Divino

director@verbodivino-ecu.org



01 września 2002

Jeremías – las angustias de un profeta.

Jeremías es indudablemente uno de los profetas más conocidos de todo el Antiguo Testamento. En primer lugar, porque numerosos textos hablan de las “aventuras” por las que le tocó pasar. En segundo lugar, porque este profeta no se limitó a transmitir sólo la palabra de Dios: nos dejó también su propia palabra, la palabra de Jeremías, con sus dudas, sus inquietudes y sus temores. Su personalidad aparece así como una de las más auténticas y sugestivas de todo el Antiguo Testamento.


El mundo y el ministerio de Jeremías.

Jeremías nació alrededor del año 650 antes de Cristo en Anatot, pequeño pueblo a unos seis kilómetros de Jerusalén. Su vida se puede dividir en dos partes muy distintas, separadas por el año 609 a.C., el año de la muerte del rey Josías. La primera etapa de su vida está marcada por el gran optimismo: la independencia política, la prosperidad creciente y la reforma religiosa fueron los motivos principales del entusiasmo del profeta. Pero después de la muerte del rey Josías, los años que siguieron, constituyeron un periodo de rápido deterioro: dominación egipcia, dominación babilonia, tensiones internas y luchas de partidos, injusticias sociales y corrupción religiosa... fueron los diferentes rostros de este deterioro.


La vocación y el mensaje de Jeremías.

Jeremías recibió su vocación siendo muy joven todavía, cuando tenía poco más de veinte años. Su vocación incluye una elección de parte de Dios, una consagración, un “nombramiento” y una misión. Pero Jeremías no se siente atraído por su vocación. Como Moisés, siente miedo, se considera incapaz e impreparado. Pero Dios no admite excusas y le encomienda la tarea más difícil: transmitir su Palabra en unos años cruciales y trágicos de la historia de Judá:

Entonces Yavé me dirigió su palabra:

«Antes de formarte en el seno de tu madre, ya te conocía; antes de que tú nacieras, yo te consagré, y te destiné a ser profeta de las naciones.» Yo exclamé: «Ay, Señor, Yavé, ¡cómo podría hablar yo, que soy un muchacho!»

Y me contestó Yavé: «No me digas que eres un muchacho. Irás adondequiera que te envíe, y proclamarás todo lo que yo te mande. No les tengas miedo, porque estaré contigo para protegerte -palabra de Yavé-.»

Entonces Yavé extendió su mano y me tocó la boca, diciéndome: «En este momento pongo mis palabras en tu boca. En este día te encargo los pueblos y las naciones:

Arrancarás y derribarás,

perderás y destruirás,

edificarás y plantarás» (Jer 1,4-10).

Si quisiéramos resumir en una sola palabra el mensaje de Jeremías, deberíamos hablar de la conversión. Jeremías, al igual que Oseas, hablaba de las relaciones entre Dios y el pueblo en términos de matrimonio. El pueblo, como una mujer infiel, ha abandonado a Dios; por eso debe convertirse, volver (Jer 2,1-3,5). Ha tomado un mal camino y debe volver al camino que le lleva el Señor. Jeremías denuncia con especial fuerza el olvido de Dios, que se manifiesta en el rechazo de su palabra (Jer 6,10), en el falso culto (Jer 6,20) y las injusticias sociales (Jer 22,13-14). Su mensaje es bien claro: Yavé ha determinado castiga r a Israel por no haber escuchado a “sus siervos los profetas”. Este mensaje va dirigido a los reyes de Judá, al pueblo de Jerusalén, a los reyes de la naciones y a los exiliados. Pero... como ya le había pasado a otros profetas, las palabras de Jeremías no encuentran eco ni en el pueblo, ni en la corte. Al contrario, el comisario del templo lo azota y lo encarcela (Jer 20,1-6).

La falta de comprensión, el rechazo, y la poca acogida de su mensaje, hacen despertar en el profeta el desánimo y ganas de “botar la toalla”, pero su vocación es más fuerte que sus dudas y al final el profeta continua con su misión:

Me has seducido, Yavé, y me dejé seducir por ti. Me hiciste violencia y fuiste el más fuerte. Y ahora soy motivo de risa, toda la gente se burla de mí.

8 Pues me pongo a hablar, y son amenazas, no les anuncio más que violencias y saqueos. La palabra de Yavé me acarrea cada día insultos.

9 Por eso decidí no recordar más a Yavé, ni hablar más de parte de él, pero sentí en mí algo así como un fuego ardiente aprisionado en mis huesos, y aunque yo trataba de apagarlo, no podía (Jer 20,7-9).

Gracias las “confesiones” de Jeremías que encontramos en varios lugares del libro que recoge su vida y su mensaje, podemos conocer a un profeta “de carne y hueso”, un profeta que nos puede servir de modelo a cualquiera de nosotros. ¿Quién de nosotros no ha dudado de su vocación? ¿Quién de nosotros no ha sucumbido frente a los problemas y dificultades de apostolado? ¿Quién de nosotros no se ha sentido inclusive “abandonado por Dios”? Pero Jeremías no enseña que sí es posible retomar el compromiso. Este profeta nos enseña como recuperar la confianza en Dios y cómo ser fiel a Dios y a la misión “hasta las últimas consecuencias.



Recordemos:

- ¿En qué circunstancias surge el profeta Jeremías?¿Qué misión recibe?

- ¿Cuáles son las principales denuncias del profeta?

- ¿Qué problemas atravesó Jeremías? ¿Cómo los ha superado?

- ¿Qué nos enseña Jeremías a nosotros, los catequistas?


Juan Stefanów

Centro Bíblico Verbo Divino

director@verbodivino-ecu.org



01 sierpnia 2002

El profeta Sofonías y el día de Yavé.

Después de Isaías y Miqueas – los profetas que hemos conocido más de cerca en los dos últimos números de Anunciar – la profecía en Israel atraviesa un periodo de silencio. Una de las causas de esta situación fue el largo reinado de Manases quien derramó también sangre inocente, en tal cantidad que llenó a Jerusalén de punta a punta (2 Re 21,16).
A finales del siglo VII antes de Cristo, coincidiendo con el reinado de Josías la situación cambia y aparecen en la escena los profetas Sofonías y Jeremías y la profetisa Julda (2 Re 22,11-20). Entre ellos, Sofonías tiene especial importancia. No sólo porque fue el primero en alzar su voz a favor de la reforma religiosa llevada a cabo por el rey Josías, sino porque puede ser para nosotros un modelo de entrega total al proyecto de Dios en medio del pueblo.


El mundo y el ministerio de Sofonías.

A Sofonías le tocó vivir en una época interesante. El reino de Judá llevaba más de 100 años sometida al dominio del Imperio Asirio – desde el año 734 antes de Cristo. Poco a poco la vida religiosa fue invadida por costumbres extranjeras y prácticas religiosas de las religiones paganas. La decadencia había llegado a su punto más profundo durante el reinado de Manases. Este rey comenzó a reinar al lado de su padre Exequias en el año 697, poco tiempo después de la invasión y desmembramiento de Judá. Manases tenía entonces... 12 años. Si su padre mostraba algo de resistencia frente al Imperio Asirio, Manases optó por la política de una entrega total e incondicional al Imperio. El largo reinado de este rey (desde el año 698 a.C. hasta el año 643 a.C.) hundió al país en una profunda decadencia religiosa. Según cuenta 2 Re 21,3-9, Manases reconstruyó las ermitas en los altos de las montañas, levantó altares a Baal, adoró y dio culto a las divinidades astrales de los asirios, practicó la adivinación y la magia y colocó en el templo de Jerusalén la imagen de Astarté, la diosa asiria de fertilidad.

Después de la muerte de Manases, su hijo Amón fue proclamado como el nuevo rey de Israel. Pero su reinado duró sólo dos años. En el año 640 a.C. Amón fue asesinado en medio de una conspiración y su hijo Josías, un muchacho de 8 años fue proclamado el nuevo rey de Israel. Al comienzo del reinado de Josías, Judá necesitaba una seria reforma desde todos los puntos de vista: político, social, religioso... Este rey la llevó a cabo. 2 Re 22,8-10 y 2 Cro 34,14-18 informan que la política renovadora de Josías se guió por el libro de la Ley que se encontró en el Templo. Este libro no fue otra cosa que el libro de Deuteronomio – redacción preparada por los sacerdotes del templo quienes fueron los que le acompañaron y guiaron a Josías en la reforma religiosa emprendida por él. Todos los comentaristas coinciden en señalar que fue el profeta Sofonías quien acompaño y apoyó de manera especial al rey Josías en sus reformas. Aunque cuando la reforma religiosa llega a su punto más fuerte con el descubrimiento del libro de la Ley (622 a.C.), Sofonías ya probablemente había muerto (2 Re 22,11-20). Pero su predicación profética ayudó a poner los fundamentos de este despertar religioso.


El mensaje de Sofonías.

Como ya acabamos de mencionar, el profeta Sofonías se comprometió por completo en una reforma religiosa del reino de Judá. El profeta es movido en su predicación por una fuerte indignación por la corrupción religiosa del pueblo: el abandono de Yavé y la proliferación de cultos paganos. La primera sección de su libro comienza con el anuncio de un juicio universal y fin de idolatría:

Doy mi palabra, dice Yavé, que borraré cuanto existe en la faz de la tierra. Acabaré con los hombres y los animales, con las aves del cielo y los peces del mar; haré que perezcan los malvados y arrancaré al hombre de la superficie de la tierra. Levantaré mi mano para castigar a Judá y a todos los habitantes de Jerusalén; sacaré de ese lugar todo lo que queda de Baal junto con los sacerdotes del ídolo; echaré fuera además a los que se arrodillan en las terrazas para adorar las estrellas; a los que si bien adoran a Yavé, juran al mismo tiempo por Yavé y por Moloc; a los que se separan de Yavé y dejan de seguirlo y no se preocupan de él (Sof 1,1-6).

Al hablar del juicio de Dios Sofonías utiliza el término del día del Señor, un día concreto un día cuando Dios por fin arregla de manera definitiva las cosas y restablece su reinado en el mundo y, sobre todo, sobre Jerusalén (Sof 1,7-2,3). Sin embargo el libro de Sofonías no termina en la condena. Como casi siempre, después de la condena y denuncia de los pecados viene el anuncio de salvación y de una alianza nueva entre Dios y el pueblo. Con esto termina el libro de Sofonías, con la esperanza:

¡Grita de gozo, oh hija de Sión, y regocíjate, oh gente de Israel! ¡Canta alegre, con todo el corazón, hija de Jerusalén! Yavé ha levantado la sentencia en que te condenaba, ha alejado de ti a tus enemigos (Sof 3,14-15).



Lea los tres capítulos del librito de Sofonías y trate de reflexionar:

- ¿Cuáles son las principales denuncias del profeta?

- ¿Qué alternativas plantea Sofonías frente a la desastrosa situación del país?

- ¿Tiene vigencia hoy el mensaje de Sofonías? ¿Qué nos enseña?


Juan Stefanów

Centro Bíblico Verbo Divino

director@verbodivino-ecu.org



01 lipca 2002

Miqueas – un campesino que no se queda callado.

El libro del profeta Miqueas es uno de los profetas menores. Este nombre se justifica si miramos el tamaño del libro en comparación con los libros de Isaías, Jeremías o Ezequiel – los profetas mayores. Pero, si prestamos atención al contenido del libro, de ninguna manera Miqueas es un profeta menor. El mensaje del libro es profundo y comprometedor, tratando cuestiones desde la posesión de tierra y la corrupción en los tribunales, hasta cuestiones relacionadas con valores éticos de un país. Llama atención entonces el hecho de que el profeta Miqueas – de quien el libro toma el nombre – no fuera un intelectual, un hombre de gran ciudad, sino... un campesino del pueblito llamado Moreset, situado a unos 35 kilómetros al sudoeste de Jerusalén, cerca de la frontera entre el reino de Judá y Filistea.


El mundo de Miqueas

En la época en que Miqueas profetizó, Judá estaba bajo el dominio del Imperio Asirio. La presencia asiria se hizo sentir en Palestina en la segunda mitad del siglo VIII antes de Cristo. Como ya lo hemos visto cuando hablábamos de Amos, Oseas e Isaías – Miqueas es contemporáneo de todos ellos – en aquella época tanto el reino de Judá como el de Israel gozaban de un significativo crecimiento económico. Eran presa apetecible para el Imperio Asirio que cada vez avanzaba más del norte hacia el sur.

Frente a la amenaza de Asiria, se promovió una coalición antiasiria liderada por Rasín, el rey de Damasco. El Reino del Norte entró a formar parte de esta coalición, pero Ajaz, el rey de Judá, la rechazó y comenzó a sufrir represalias de parte de los sirios e israelitas. Amenazado por los ejércitos de Israel y Siria, Ajaz pidió socorro a Teglatfalasar, rey de Asiria, quien le echó una mano con mucho gusto. Bajo el pretexto de ayudar a Ajaz, el ejército asirio conquistó Damasco y buena parte del territorio en Israel. En cambio de la ayuda militar, el reino de Judá se convirtió en un país vasallo (=dependiente) del Imperio Asirio (2 Re 16,1-18).

Después de la conquista asiria de Samaría en el año 722 antes de Cristo, fueron deportados unos 27.000 habitantes del reino del Norte y Samaria se convirtió en la capital de la provincia asiria llamada Samerina. El reino de Judá conservó cierta independencia, pero tuvo que pagar fuertes tributos al rey de Asiria. Para conseguir este dinero, el rey de Judá aumentó los impuestos que cobraba a la gente del campo (1 Re 17,1-6).

Amenazados por la guerra y por falta de medios para sobrevivir en el campo a causa de elevados impuestos, muchos campesinos se desplazaron del interior del país hacia Jerusalén, la capital del reino de Judá, para buscar medios para sobrevivir. Parece que uno de ellos fue también Miqueas.


La vocación y el mensaje de Miqueas.

La experiencia de la vida en el campo, con toda su dureza, explotación e injusticias, y su posterior experiencia en la ciudad han hehco de Miqueas uno de los profetas más radicales en sus denuncias de la injusticia. El en texto de su libro se entrelazan fuertes denuncias y amenazas con oráculos de promesas. En el capítulo 2 del libro de Miqueas encontramos fuertes denuncias contra los ricos que se apoderan de casas y campos de los pobres:

Pobres de ustedes que meditan la injusticia, que toda la noche traman el mal, y al amanecer lo ejecutan cuando está a su alcance. Si les gustan campos, se los roban; si unas casas, se las toman. Se apoderan de la casa y de su dueño, de un hombre y de su propiedad (Miq 2,1-2).

Los principales responsables de la explotación son los malos gobernantes y los falsos profetas, es decir los que tranquilizan a los poderosos, callando la verdad o proclamando falsas verdades; se ponen al servicio de quien les da de comer, anunciándoles la paz (Miq 3,5), adivinando a cambio de dinero (Miq 3,11).

Aparte de las graves injusticias otro tema de las denuncias de Miqueas es la corrupción y la pérdida de valores que están destruyendo al pueblo:

Los creyentes han desaparecido del país, y entre sus habitantes no se encuentra ni siquiera un hombre justo. Sus manos son buenas para hacer el mal: el príncipe es exigente; el juez se deja comprar; el poderoso decide lo que le conviene. Su bondad es como cardo, su honradez peor que una hilera de espinos (Miq 7,2-4).

¿Hay alguna forma de salir de esta situación? Miqueas mira con optimismo hacia el futuro. El profeta entiende que Dios no puede realizar la liberación del pueblo sin la acción organizada del mismo pueblo. Para Miqueas, Yavé es fiel y continua comprometido con su pueblo. recogerá y reunirá a los pobres para que, organizados, conquisten su liberación (Miq 4,6-7).


Lea los siete capítulos del librito de Miqueas y trate de reflexionar:

- ¿Cuáles son las principales denuncias del profeta?

- ¿Qué alternativas planteas Miqueas frente a la desastrosa situación del país?

- ¿Tiene vigencia hoy el mensaje de Miqueas? ¿Qué nos enseña?


Juan Stefanów

Centro Bíblico Verbo Divino

director@verbodivino-ecu.org



01 czerwca 2002

Isaías – el profeta de la santidad de Dios.

El libro del profeta Isaías que tenemos en nuestras Biblias es una obra sumamente extensa. Recoge diversas tradiciones proféticas de casi cuatrocientos años, desde la predicación del profeta Isaías – quien da el nombre a todo el libro – alrededor de 740 años antes del nacimiento de Jesús, hasta la redacción final de toda la obra, unos 400 años antes del nacimiento de Jesús. Hoy en día es comúnmente aceptada entre los biblistas la división del libro de Isaías en tres partes:

1er Isaías (el profeta histórico): Capítulos 1-39

2º Isaías (un profeta del tiempo del exilio): Capítulos 40-55

3er Isaías (un profeta del post-exilio): Capítulos 56-66


Comenzaremos nuestra aproximación al libro de Isaías estudiando la primera parte del mismo, los capítulos 1-39, cuyo autor fue el profeta Isaías.


¿Quién fue Isaías y cuándo vivió?

Son pocos los datos que tenemos sobre la vida de Isaías. Debió nacer hacia el año 760 antes de Cristo. Su padre se llamaba Amós, pero enseguida tenemos que aclarar que el padre de Isaías no tiene nada que ver con el profeta Amós; sólo llevaba el mismo nombre. Con toda probabilidad podemos decir que Isaías nació en Jerusalén – demuestra una cultura y una educación que difícilmente podría haber conseguido fuera de la capital.

El profeta Isaías fue contemporáneo del profeta Oseas y Amós, sólo que éstos llevaron a cabo su actuación en el Reino del Norte e Isaías en el reino del Sur. Como ya hemos mencionado estudiando tanto al profeta Oseas como a Amós, su época fue marcada por pleitos y peleas entre reyes y príncipes de Israel, y, sobre todo, por las continuas invasiones de Asiria- el temido vecino del norte, quien finalmente terminará por invadir por completo el Reino del Norte con la capital Samaria, dejando reducido el territorio de Israel al pequeñito Reino del Sur. En cuanto a la situación interna del país, hay que destacar la enorme corrupción y la falta de visión política y religiosa de parte de los dirigentes del pueblo de Israel.


Vocación de Isaías

Siendo todavía bastante joven, el año de la muerte del rey Ozías, probablemente el año 740 o 739 antes de Cristo, cuando tenía apenas unos veinte años de edad, Isaías tuvo una profunda experiencia de Dios que lo marcó para toda su vida:

El año en que murió el rey Ozías, vi al Señor sentado en un trono elevado y magnífico, y el ruedo de su manto llenaba el Templo. Por encima de él había serafines de pie. Cada uno de ellos tenía seis alas: con dos se cubrían el rostro, con dos los pies y con las otras volaban.

Y gritaban, respondiéndose el uno al otro: «Santo, Santo, Santo es Yavé de los ejércitos, su Gloria llena la tierra toda». Los postes de piedra de la entrada temblaban a la voz del que gritaba y la Casa se llenaba de humo.

Yo exclamé: «¡Ay de mí, estoy perdido, porque soy un hombre de labios impuros y vivo entre un pueblo de labios impuros, y mis ojos han visto al rey, Yavé de los Ejércitos!»

Entonces voló hacia mí uno de los serafines. Tenía un carbón encendido que había tomado del altar con unas tenazas, tocó con él mi boca y dijo:

«Mira, esto ha tocado tus labios, tu falta ha sido perdonada y tu pecado, borrado».

Y oí la voz del Señor que decía: «¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?» Y respondí: «Aquí me tienes, mándame a mí» (Is 6,1-8).

Esta experiencia desconcertante de sentirse invadido por Dios, lo marca para toda su vida. A partir de este momento, Isaías se siente transformado y convertido en “hombre de Dios”, capaz de mirar y juzgar las cosas desde la óptica de Dios.

Poco después de la vocación, Isaías se casó con una mujer, cuyo nombre desconocemos. De este matrimonio nacieron dos hijos: "Pronto-Saqueo-Rápido-Botín" y «Un resto volverá». En esto, Isaías siguió la misma conducta de Oseas, demostrando con ello que toda la existencia del profeta está al servicio del mensaje que Dios le ha encomendado.


El mensaje de Isaías

Resulta bastante difícil resumir en una pocas líneas el mensaje del profeta Isaías. En cuanto a su contenido, el mensaje de Isaías abarca dos grandes puntos: las injusticias sociales y las cuestiones políticas y religiosas.

Las injusticias cometidos por el pueblo de Yavé ofenden a la manera de ser Dios, ofenden su santidad. Por eso Isaías denuncia con fuerza la situación corrompida de su país. El profeta mira la realidad desde los ojos de Dios y ve que Jerusalén dejó de ser la esposa fiel para volverse una prostituta (Is 1,21). Todo el pueblo ha dejado a Dios y se ha corrompido:

El buey conoce a su dueño

y el burro el pesebre de su señor;

pero Israel no me conoce, mi pueblo no comprende.»

¡Ay, gente pecadora, pueblo cargado de crímenes,

raza de malvados, hijos perversos!

Han abandonado a Yavé,

han despreciado al Santo de Israel (Is 1,3-4).


¡Pobres de aquellos

que llaman bien al mal y mal al bien,

que cambian las tinieblas en luz

y la luz en tinieblas,

que dan lo amargo por dulce

y lo dulce por amargo!

¡Ay de los que se creen sabios

y se consideran inteligentes!

¡Pobres de aquellos que son valientes

para beber vino,

y campeones para mezclar bebidas fuertes,

y de los que perdonan al culpable por dinero,

y privan al justo de sus derechos! (Is 5,20-23).

Frente a la inminente invasión por parte de Asiria, los gobernantes de Israel buscan protección en las grandes potencias. Egipto es visto como el único poder que puede salvar al pueblo de Israel. Pero para Isaías esto es una idolatría – se pone a Egipto por encima de Dios, el único que puede salvara a Israel, el único en quien hay que confiar:

¡Pobres de aquellos que bajan a Egipto, por si acaso consiguen ayuda!

Pues confían en la caballería, en los carros de guerra, que son numerosos, y en los jinetes, porque son valientes. ¿Por qué no hicieron caso del Santo de Israel y no consultan a Yavé?

Porque él también es hábil en proporcionar desgracias, y no cambia su palabra. Pedirá cuentas a la banda de los malvados y el socorro con el que contaban no llegará.

El egipcio es un hombre y no un dios y sus caballos son carne, y no espíritu. En cuanto Yavé extienda su mano vacilará el protector y caerá quien buscaba protección; juntos perecerán (Is 31,1-3).

Algo especialmente grave en contra de la santidad de Dios es el culto religios que sólo busca encubrir una situación social injusta (Is 1,11-15; 29,13). Para que Dios escuche las oraciones de su pueblo, tiene que ver como la justicia se despliega ante sus ojos.

A este pueblo, perdido y asustado Isaías propone el único camino de salvación: aceptar la presencia de Dios en medio del pueblo y a partir de él promover la reconciliación y armonía universal (Is 11,6ss).


Reflexionemos:

- ¿Qué es lo más característico del profeta Isaías?

- ¿Qué semejanzas hay entre este profeta y los profetas Oseas y Amós?

- ¿Cuáles son las principales denuncias de Isaías?

- ¿Qué nos enseña el profeta Isaías a nosotros hoy?


Juan Stefanów

Centro Bíblico Verbo Divino

director@verbodivino-ecu.org




01 maja 2002

El profeta Oseas – la vida hecha oráculo.

Hablando de las diversas formas de anuncio del mensaje profético (en el número de “Anunciar” del mes de febrero), decíamos que una de las formas frecuentes que usaban los profetas para trasmitir su mensaje fueron las acciones simbólicas. Entre las historias de los profetas habíamos visto como el profeta Isaías caminaba descalzo y desnudo (Is 20), Jeremías realizaba varios gestos con un cinturón de lino (Jer 13,1-11), destrozaba una jarra de loza (Jer 19,1-11), caminaba cargando un yugo en su cuello (Jer 27, 1-3.12)... Sin embargo, el más radical de los profetas en cuanto a acciones simbólicas es el profeta Amós. ¿Por qué? – porque ha hecho de su vida entera toda una acción simbólica; se ha convertido en el símbolo viviente del amor de Dios hacia su pueblo.


El mundo de Oseas

Nacido en el reino del Norte, Oseas es contemporáneo de Amós, ya que comenzó a predicar bajo Jeroboán II y su ministerio se prolongó bajo los sucesores de aquel rey. Pero parece que Oseas no ha presenciado la ruina de Samaría en el año 721. Todo este periodo fue una época muy turbulenta para Israel: conquistas asirias de 734-732, revueltas interiores, cuatro reyes asesinados en quince años, corrupción religiosa y moral...


Vocación y vida de Oseas

Oseas se había casado con una mujer a la que él amaba y que lo abandonó. Pero el profeta siguió amándola y volvió a tomarla por esposa después de ponerla a prueba. La dolorosa experiencia del profeta se convierte en símbolo de la conducta de Yahvé con su pueblo:

Cuando Yavé comenzó a hablar por medio de Oseas, le dijo al profeta:

«Vete y cásate con una de esas mujeres que se entregan a la prostitución sagrada y ten hijos de esa prostituta. Porque el país se está prostituyendo al apartarse de Yavé.»

Fue, pues, y se casó con Gomer, hija de Diblayim, quien quedó esperando y le dio luego un hijo. Yavé entonces le dijo: «Ponle el nombre de Jezrael, porque dentro de poco haré pagar a los reyes de la familia de Jehú la sangre que derramó en Jezrael y no habrá más reyes en Israel. Vendrán días en que yo haré que Israel sea derrotado en el valle de Jezrael.»

Nuevamente Gomer quedó embarazada y dio a luz una niña. Y Yavé dijo a Oseas: «Ponle el nombre de No Amada, porque yo no seguiré teniendo más compasión de Israel para seguir perdonándolo.»

Cuando la niña ya estaba grandecita, Gomer quedó embarazada otra vez y dio a luz otro hijo. Y dijo Yavé: «Ponle el nombre de No mi Pueblo, porque ustedes no son mi pueblo y tampoco Yo Soy para ustedes.» (Os 1,2-9).


La vida entera de Oseas se convierte en un solo gesto profético. En el libro de Oseas, por primera vez en toda la Biblia, se presenta la relación entre Yavé y el pueblo de Israel en términos de una relación de pareja. Casándose con una prostituta, Oseas quiere denunciar la infidelidad del pueblo de Israel frente a Yavé, su Dios, y las trágicas consecuencias de esta infidelidad. En su matrimonio con Gomer, su esposa infiel, Oseas ha tenido tres hijos, cuyos nombres simbólicos significan la ruptura progresiva de Dios con los israelitas. El primer hijo, Jezrael, expresa la ruptura de Dios con la dinastía de Jehú – Jezrael es el nombre de la residencia de los reyes donde el rey Jehú mató a la Jezabel, la mujer del rey Ajab y a todos sus descendientes (2 Re 9,15-10,14). El nombre de la niña siguiente, “No Amada” (o “No Compadecida”), da a entender que Dios no se compadece de Israel ni lo perdona. El nombre del tercer hijo, “No mi Pueblo”, significa la ruptura de la Alianza entre Dios y su pueblo. Ya no tiene más validez la Alianza entre Dios e Israel: A ustedes los tomaré para pueblo mío, y seré Dios para ustedes (Ex 6,8). Dios ha abandonado al pueblo de Israel a causa de sus infidelidades.

Todos los oráculos del profeta Oseas, recogidos en el libro que lleva su mismo nombre, girarán en torno al tema de la infidelidad y perdón, expresado y personificado en la vida diaria del profeta.


El mensaje de Oseas


El punto principal de la denuncia de Oseas es la idolatría. Igual que una mujer infiel a su marido se va detrás de otros varones, de la misma manera el pueblo de Israel se va detrás de otros dioses: ¿No era ella la que decía: «Déjenme partir con mis amantes, que me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mis bebidas?» Pero ella no sabía que era yo el que le daba el trigo, el vino y el aceite y quien le proporcionaba en abundancia la plata y el oro que empleó para fabricar sus Baales”.

Sin embargo las denuncias de Oseas no son definitivas. El mensaje que trasmite este profeta a su pueblo no es una condena definitiva. A pesar de los graves errores del pueblo, Dios está dispuesto a darle una nueva oportunidad, igual que Oseas le da la posibilidad de conversión a su esposa infiel.


  • La conversión que lleva al perdón


Yavé me dijo: «Vuelve a querer de nuevo a tu mujer, que te ha engañado con otro, así como Yavé ama a los hijos de Israel a pesar de que lo han dejado por otros dioses y les ofrecen tortas de pasas.»

Recuperé, pues, a mi esposa, pagando por ella quince monedas de plata y una carga y media de cebada. Y le dije: «Te quedarás aquí conmigo mucho tiempo, sin ofrecerte a nadie y sin traicionarme con ningún hombre, y yo me portaré igual contigo.»

Porque también por muchos días los hijos de Israel quedarán sin rey, sin jefe, sin sacrificios, sin piedras sagradas, sin consultas a Yavé y sin ídolos para proteger la casa.

Después volverán los hijos de Israel, buscarán a Yavé, su Dios, y a David, su rey. Cuando llegue el momento acudirán llenos de respeto a Yavé para recibir sus beneficios.


Una vez más queda patente la misericordia de Dios. Cómo dice nuestro refrán popular: “Dios aprieta, pero no ahoga”. El mensaje del profeta sus denuncias y amenazas tienen un objetivo claro: lograr la conversión del pueblo. Oseas, consciente de que al abandono de Dios por parte del pueblo de Israel tiene como consecuencia solo males – asesinatos, injusticias, explotación – quiere que el pueblo vuelva a su Dios para poder vivir una vida digna, igualitaria, como en los tiempos después del Éxodo, cuando todos eran iguales y Dios era el único padre y Señor de Israel.


  • El rostro materno de Dios.

Hablando del amor, de la misericordia y del perdón de Dios hacia su pueblo, el profeta Oseas nos ha dejado una hermosa imagen de Dios: Dios Madre de Israel:


Cuando Israel era niño, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo. Pero mientras los llamaba yo, más se alejaban de mí. Ofrecieron sacrificios a los baales y quemaron incienso ante los ídolos.

Yo, sin embargo, le enseñé a andar a Efraím, sujetándolo de los brazos, pero ellos no entendieron que era yo quien cuidaba de ellos. Yo los trataba con gestos de ternura, como si fueran personas. Era para ellos como quien les saca el bozal del hocico y les ofrece en la mano el alimento.

Pero, ya que no han querido volver a mí, volverán de nuevo a Egipto y tendrán por rey a Asiria. La espada arrasará sus ciudades, exterminará a sus hijos y se saciará con sus fortalezas.

Mi pueblo está pagando ahora su infidelidad, pues invocan a Baal, pero nadie lo ayuda. ¿Cómo voy a dejarte abandonado, Efraím? ¿Cómo no te voy a rescatar, Israel? ¿Será posible que te abandone como a Adma o que te trate igual que a Seboím? Mi corazón se conmueve y se remueven mis entrañas. No puedo dejarme llevar por mi indignación y destruir a Efraím, pues soy Dios y no hombre. Yo soy el Santo que está en medio de ti, y no me gusta destruir” (Os 11,1-9).

Un Dios Madre, que ha dado vida a su pueblo, lo ha visto crecer, lo ha educado y llevado a la edad adulta, no puede condenar definitivamente a su hijo. Siempre tiene perdón para él. Así es nuestro Dios: es la Madre que nos ama y perdona siempre.



Reflexionemos:

- ¿Qué es lo más característico del profeta Oseas?¿De qué manera trasmite él su mensaje?

- ¿Cuáles son sus principales denuncias?

- ¿Qué nos enseña el profeta Oseas? ¿Cómo actuaría hoy?


Juan Stefanów

Centro Bíblico Verbo Divino

director@verbodivino-ecu.org



01 kwietnia 2002

Con los pobres de la tierra – el profeta Amós.

Uno de los aspectos más importantes y actuales del mensaje de los profetas es su denuncia de las injusticias. Tres profetas son especialmente famosos por su crítica social: Amós, Isaías y Miqueas. Aunque no aparezca colocado en el primer lugar entre los libros proféticos, el libro de Amós es el primer libro profético escrito y con él se inicia una nueva tradición literaria en el Antiguo Testamento – la tradición profética. Pero antes de estudiar el libros de Amós, preguntémonos quién fue y cuando y dónde vivió el profeta llamado Amós.


El mundo de Amós

Después de la muerte del rey Salomón, la nación israelita se dividió en dos reinos: el reino de Israel o del Norte, y el reino de Judá o del Sur. A ambos de estos reinos tenemos que hacer relación al hablar de Amós, quien nació en un pequeña aldea del reino del Sur llamada Técua, situada a unos 17 kilómetros al sur de la capital del reino de Judá, Jerusalén, pero ejerció su misión de profeta en el reino del Norte.

A lo largo de sus dos siglos de existencia (931-720), el reino del Norte, Israel, contó con tres capitales, que se fueron sucediendo como residencia de los reyes. La primera capital del reino del Norte fue la ciudad de Siquén. Después la capital se traslado a Tirsá y de allí a Samaría que no sólo fue la última y la más importante, sino también la más lujosa de todas.

En tiempo de Amós Samaría fue gobernada por el rey Jeroboam II. Bajo su gobierno, entre los años 783 y 743 antes de Cristo, el reino del Norte vivió un tiempo de relativa tranquilidad en sus fronteras, ya que su principal enemigo, el imperio asirio, estaba muy ocupado en la guerra contra Damasco. Esto le permitió a Jeroboam II alcanzar un auténtico “milagro económico: Israel recuperó los territorios perdidos y vivió una época de gran prosperidad económica. Abundaron numerosas y lujosas construcciones, crecimiento agrícola, progreso de la industria textil...

Pero este lujo se consiguió, en gran parte, a costa de los sectores más modestos de la población, especialmente del campesinado, que atravesó un momento muy difícil en aquella época. Fue justo un campesino, Amós, quien comenzó a hablar en nombre de todos los oprimidos y marginados de aquella época.


Vocación de Amós

Amós describe su vocación, es decir, la llamada de Dios que él sintió, en apenas dos versículos de su libro (Am 7,14-15). Cuando Amasías, el sacerdote del santuario de Betél, acusa a Amós de estar conspirando contra el rey Jeroboam II y le dice que se vaya a “profetizar” y a “ganarse el pan” en Judá, su país, y que no profetice más en Betél, Amós le responde: “Yo no soy profeta ni uno de los hermanos profetas; soy simplemente un hombre que tiene sus vaquitas y unas cuantas higueras. Yavé es quien me sacó de detrás de las ovejas y me dijo: «Ve y habla de parte mía a Israel, mi pueblo»” (Am 7,14-15).

De esta respuesta de Amós a Amasías, podemos sacar tres elementos muy importantes que caracterizan la vocación de los profetas y la vocación de Amós en especial:

  • Dios llama a un hombre sencillo, del pueblo:

Amós responde a Amasías que él no es “profeta ni hijo de profeta”, es decir, no es un “profeta profesional”; es un cuidador de ganado y un cultivador de higos. Amós deja bien claro que para él profetizar no es una profesión sino un auténtica vocación, un llamado irresistible de Dios.

  • Dios llama en medio del trabajo ordinario de cada día:

Amós fue llamado por Dios mientras estaba trabajando en el campo, cuidando su ganado; allí recibió su misión de profetizar a su pueblo, Israel.

  • La llamada de Dios es irresistible:

Cuando Dios llama, nadie puede sentirse indiferente frente a este llamado. Esta experiencia fuerte e irresistible de sentirse llamado por el Señor, es expresada por el propio profeta Amós con estas palabras:

¿Emprenden, acaso, dos hombres juntos el camino sin haberse puesto antes de acuerdo? ¿No ruge el león en la selva porque ha cazado una presa? ¿No resuena en su guarida el rugido del cachorro porque tiene algo que comer? ¿No cae un pajarito en la trampa porque alguien la ha armado antes? ¿Se levanta del suelo una trampa antes de que haya caído algo? ¿Resuena la trompeta en una ciudad sin que se alarme toda la población? ¿Sucede alguna desgracia en un pueblo sin que venga del Señor?

En realidad, el Señor Yavé no hace nada sin comunicárselo antes a sus servidores, los profetas. Así como nadie queda impertérrito al oír el rugido del león, así tampoco se negará nadie a profetizar cuando escucha lo que le habla el Señor” (Am 3,3-8).


Las denuncias de Amós

Todo el libro de Amós se podría resumir en una sola palabra: juicio. No se trata de un tribunal común, sino más bien de un proceso de Dios contra su pueblo, en el cual Amós hace de vocero de Dios. El profeta emplea en su libro una estrategia que envuelve a sus oyentes y lectores, sin dejarles escapatoria posible. Comienza hablando de los errores y pecados de otras naciones, los vecinos de Israel, pero a medida en que avanza el mensaje del profeta, el cerco se va apretando poco a poco hasta llegar a Israel, a quien finalmente dedica la mayor parte de su mensaje. ¿Cuáles son las principales denuncias de Amós? Sin duda alguna, para conocerlas, habrá que leer su libro – corto y apasionante. Pero para “despertar el apetito” podemos resumir todas las denuncias de Amós en cuatro:

  • la crítica al ejército y al militarismo

La crítica al ejército abre el libro de Amós. En sus “oráculos contra las naciones” (Am 1,3-2,16) Amós enfatiza las atrocidades cometidas por los ejércitos: poblaciones enteras de campesinos son torturadas o deportadas, se desgarra el vientre de mujeres embarazadas, tumbas familiares son profanadas... Todo esto se hace para llevar a cabo los planes bélicos de los reyes y sus ejércitos.

  • la crítica a la religión oficial

Amós no teme decir que el culto en los santuarios de Betel y Guilgal sirve de máscara para esconder y justificar la práctica de la injusticia. Es el pecado de las personas de “buena conciencia” que acostumbran separar la religión de la vida cotidiana. Hasta podría decirse que el culto sirve para engañar a Dios y tratar de sobornarlo. Según las palabras de Amós, los grandes santuarios son frecuentados por los que transforman las leyes en algo tan amargo como el ajenjo y tiran por el suelo la justicia (Am 5,10).

  • la crítica a las clases dominantes

A los que gobiernan Israel, a la corte y la nobleza de Samaría, Amós les echa en cara su vida de grandes lujos y placeres y dice que van a ser juzgados por su falta de sensibilidad con el prójimo: Tendidos en camas de marfil o arrellanados sobre sus sofás, comen corderitos del rebaño y terneros sacados del establo, canturrean al son del arpa y, como David, improvisan canciones. Beben vino en grandes copas, con aceite exquisito se perfuman, pero no se afligen por el desastre de mi pueblo (Am 6,4-6).

  • la crítica a la corrupción económica, jurídica y moral

Las denuncias más fuertes de Amós se centran en varios aspectos de la vida social de Israel, que podríamos resumir en una palabra – corrupción: “venden al inocente por dinero y al necesitado por un par de sandalias, pisotean a los pobres en el suelo y les impiden a los humildes conseguir lo que desean. Padre e hijo, faltándole al respeto a mi santo Nombre, tienen relaciones con la misma mujer (Am 2,6-8).


A pesar de todas estas crítica y amenazas, Amós les invita a los habitantes de Israel a convertirse y cambiar de vida; les abre una puerta a la esperanza: Busquen el bien y no el mal si quieren vivir, para que así Yavé esté con ustedes, como de continuo repiten. 15 Aborrezcan el mal y amen el bien, impongan la justicia en sus tribunales, y quizá Yavé Sabaot se apiade del resto de José (Am 5,14-15).


Reflexionemos:

- ¿En qué contexto social surge el profeta Amós?

- ¿En qué circunstancias recibe la llamada de Dios?

- ¿Cuáles son sus principales denuncias?

- ¿Qué nos enseña el profeta Amós? ¿Cómo actuaría hoy?


Juan Stefanów

Centro Bíblico Verbo Divino

director@verbodivino-ecu.org


* Este artículo está basado en el libro de Alejo Quiñónez y Juan Fernando López, Amós y Miqueas, dos profetas campesinos, publicado por el Centro Bíblico Verbo Divino en la Colección Biblia Nº 72.