01 lutego 2002

“¡Anda a hablar a la gente de Israel!”

Lo más característico de la actuación de los profetas es la proclamación de oráculos - mensajes que Dios dirige a través de ellos a su pueblo. Ya en el mismo momento de su vocación, cada uno de los profetas recibe la misión de anunciar los oráculos de Dios para el pueblo. Ezequiel, de quien hemos tomado el título de este artículo, nos cuenta así su vocación: “Miré y vi una mano tendida hacia mí con un libro enrollado. Lo desenrolló a mi vista. Estaba escrito por dentro y por fuera, y contenía lamentaciones, gemidos y ayes. Y me dijo: «Hijo de hombre, come lo que te presentaron, come este libro y anda a hablar a la gente de Israel.»” (Ez 2,9-3,1).

El profeta Amós, en un momento de aprieto, dirá de si mismo: “Yo no soy profeta ni uno de los hermanos profetas; soy simplemente un hombre que tiene sus vaquitas y unas cuantas higueras. Yavé es quien me sacó de detrás de las ovejas y me dijo: «Ve y habla de parte mía a Israel, mi pueblo»” (Am 7,14-15).

A Jeremías, en cambio, Dios le dice: «No me digas que eres un muchacho. Irás adondequiera que te envíe, y proclamarás todo lo que yo te mande. No les tengas miedo, porque estaré contigo para protegerte -palabra de Yavé-». Entonces Yavé extendió su mano y me tocó la boca, diciéndome: «En este momento pongo mis palabras en tu boca. En este día te encargo los pueblos y las naciones: Arrancarás y derribarás, perderás y destruirás, edificarás y plantarás»” (Jer 1,7-9).

La principal misión de los profetas es entonces la de anunciar el mensaje de Dios. Para cumplir con este encargo, los profetas usarán los más diversos medios.



¿Cómo hablan los profetas?


Parecería, a primera vista, que los profetas trasmitieron los oráculos de Dios en varios libros que han sido recogidos más tarde en la Biblia. Pero las apariencias engañan. Si comenzamos a leer con atención los libros de la Biblia, que son conocidos como “libros proféticos”, nos damos cuenta que los profetas escribieron en su vida bien poco. Parece más bien que fueron sus discípulos, la gente que les seguía atraída por su mensaje, quienes recogieron por escrito las palabras y las aventuras de los profetas. Los profetas dedicaron casi todo su tiempo al anuncio el mensaje. Este anuncio, como casi siempre iba en contra de los reyes y de las clases dominantes, les traía muchos problemas y hacía de ellos gente poco querida y perseguida. Evitando los peligros y amenazas, los profetas emplearán de los más diversos medios para transmitir al pueblo de Israel el mensaje de parte de Dios.


  • La palabra hablada

El modo privilegiado por los profetas para la trasmisión de su mensaje es la palabra hablada. En muchos lugares y en muchas ocasiones vemos a los profetas hablando. Pero a muchos de nosotros nos resulta hoy difícil entender lo que nos dicen los profetas. Pero esto no es culpa nuestra. Simplemente, los profetas usan en sus discurso términos que eran conocidos y usados en la época cuando ellos vivían, es decir, hace unos... 2800 años. Si a veces nos resulta difícil entender a nuestros abuelos, no nos extrañemos demasiado cuando tengamos problemas para entender a los profetas. Tomemos como ejemplo un texto de profeta Amós:

Vayan a Betel para pecar. Vayan a Guilgal y pequen más todavía. Presenten sus sacrificios cada mañana y también los diezmos durante los tres días. Quemen, para dar gracias, panes sin levadura, y anuncien a los cuatro vientos sus ofrendas voluntarias, pues eso les gusta a ustedes, hijos de Israel – oráculo del Señor” (Am 4,4-5).

Leído así, este texto no nos dice casi nada. ¿Qué es Guilgal? ¿Dónde queda Betel? ¿Qué son los diezmos? ¡Qué difícil! Pero antes de desesperarnos, tratemos de “traducir” este texto del profeta. Usando el lenguaje que nosotros conocemos hoy, el profeta Amós nos diría más o menos esto:

Vayan al Quinche para pecar. Vayan al Cisne y pequen más todavía. Acudan a misa todos los días, quemen sus velas y ofrezcan sus limosnas. Celebren novenas, que esto es lo que les gusta, católicos – oráculo del Señor”.

Leído de esta manera, el texto de Amós nos resulta muy provocativo y hasta escandaloso. Ahora sí que no nos extraña que al pobre Amós no lo podían ni ver y lo querían echar fuera de Jerusalén.

Así fue el lenguaje de los profetas: fuerte y desafiante. A unos les molestaba y a otros les encantaba. Lo que sí es cierto, es que nadie quedaba indiferente frente a sus palabras.


  • Los gestos proféticos

Un día que salió Jeroboam de Jerusalén, el profeta Ajías, de Silo, lo encontró en el camino. Este iba cubierto con un manto nuevo y estaban los dos solos en el campo. Ajías tomó el manto nuevo que llevaba, lo rasgó en doce pedazos y dijo a Jeroboam: «Tómate diez pedazos porque así dice Yavé, Dios de Israel: Voy a dividir el reino de Salomón. 32 A ti te daré diez tribus y a Salomón le dejaré solamente una tribu” (1 Re 11,29-32).

¿Para qué destrozar un manto nuevo? ¿O descuartizar una pareja de bueyes (1 Sam 11,6-7), tirar una flechas por la ventana (2 Re 13,14-19), cargar un yugo al cuello (Jer 27,1-3.12)? Todas estas acciones nos parecen hoy por lo menos extrañas. Nos puede parecer mucho teatro para trasmitir un simple mensaje que se puede resumir en un par de palabras. Sin embargo tenemos que reconocer que el impacto de la acción realizada por el profeta es mucho mayor que sus palabras. Un mensaje expresado en gestos y palabras “entra por los ojos y por los oídos”. Los gestos proféticos son otra de las formas privilegiadas por los profetas para trasmitir su mensaje. Leyendo las historias de los profetas encontramos al profeta Isaías caminando descalzo y desnudo (Is 20); el profeta Oseas se casa con una prostituta y pone nombres “raros” a sus hijos (Os 1), Jeremías realiza varios gestos con un cinturón de lino (Jer 13,1-11), destroza una jarra de loza (Jer 19,1-11), camina cargando un yugo en su cuello (Jer 27, 1-3.12)... Acciones que interpelan e impactan tanto o más que la palabra hablada.

Tanto la palabra hablada como las acciones simbólicas son medios que utilizan los profetas para trasmitir al pueblo de Israel el mensaje recibido de Dios. En los libros de los profetas que estudiaremos más adelante, las acciones y las palabras están entrelazadas y a veces no les prestamos mucha atención atención. Pero conviene que las estudiemos detenidamente para aprender de los profetas cómo nosotros hoy como catequistas podemos trasmitir el mensaje a nuestros oyentes.



Reflexionemos:

- ¿Qué medios utilizaron los profetas para trasmitir su mensaje?

- ¿Qué medios utilizamos nosotros en nuestras reuniones de catequesis?

- ¿Conoces algún gesto profético actual? ¿Quién lo realizó? ¿Qué mensaje quería trasmitir?


Juan Stefanów

Centro Bíblico Verbo Divino

director@verbodivino-ecu.org