01 czerwca 2002

Isaías – el profeta de la santidad de Dios.

El libro del profeta Isaías que tenemos en nuestras Biblias es una obra sumamente extensa. Recoge diversas tradiciones proféticas de casi cuatrocientos años, desde la predicación del profeta Isaías – quien da el nombre a todo el libro – alrededor de 740 años antes del nacimiento de Jesús, hasta la redacción final de toda la obra, unos 400 años antes del nacimiento de Jesús. Hoy en día es comúnmente aceptada entre los biblistas la división del libro de Isaías en tres partes:

1er Isaías (el profeta histórico): Capítulos 1-39

2º Isaías (un profeta del tiempo del exilio): Capítulos 40-55

3er Isaías (un profeta del post-exilio): Capítulos 56-66


Comenzaremos nuestra aproximación al libro de Isaías estudiando la primera parte del mismo, los capítulos 1-39, cuyo autor fue el profeta Isaías.


¿Quién fue Isaías y cuándo vivió?

Son pocos los datos que tenemos sobre la vida de Isaías. Debió nacer hacia el año 760 antes de Cristo. Su padre se llamaba Amós, pero enseguida tenemos que aclarar que el padre de Isaías no tiene nada que ver con el profeta Amós; sólo llevaba el mismo nombre. Con toda probabilidad podemos decir que Isaías nació en Jerusalén – demuestra una cultura y una educación que difícilmente podría haber conseguido fuera de la capital.

El profeta Isaías fue contemporáneo del profeta Oseas y Amós, sólo que éstos llevaron a cabo su actuación en el Reino del Norte e Isaías en el reino del Sur. Como ya hemos mencionado estudiando tanto al profeta Oseas como a Amós, su época fue marcada por pleitos y peleas entre reyes y príncipes de Israel, y, sobre todo, por las continuas invasiones de Asiria- el temido vecino del norte, quien finalmente terminará por invadir por completo el Reino del Norte con la capital Samaria, dejando reducido el territorio de Israel al pequeñito Reino del Sur. En cuanto a la situación interna del país, hay que destacar la enorme corrupción y la falta de visión política y religiosa de parte de los dirigentes del pueblo de Israel.


Vocación de Isaías

Siendo todavía bastante joven, el año de la muerte del rey Ozías, probablemente el año 740 o 739 antes de Cristo, cuando tenía apenas unos veinte años de edad, Isaías tuvo una profunda experiencia de Dios que lo marcó para toda su vida:

El año en que murió el rey Ozías, vi al Señor sentado en un trono elevado y magnífico, y el ruedo de su manto llenaba el Templo. Por encima de él había serafines de pie. Cada uno de ellos tenía seis alas: con dos se cubrían el rostro, con dos los pies y con las otras volaban.

Y gritaban, respondiéndose el uno al otro: «Santo, Santo, Santo es Yavé de los ejércitos, su Gloria llena la tierra toda». Los postes de piedra de la entrada temblaban a la voz del que gritaba y la Casa se llenaba de humo.

Yo exclamé: «¡Ay de mí, estoy perdido, porque soy un hombre de labios impuros y vivo entre un pueblo de labios impuros, y mis ojos han visto al rey, Yavé de los Ejércitos!»

Entonces voló hacia mí uno de los serafines. Tenía un carbón encendido que había tomado del altar con unas tenazas, tocó con él mi boca y dijo:

«Mira, esto ha tocado tus labios, tu falta ha sido perdonada y tu pecado, borrado».

Y oí la voz del Señor que decía: «¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?» Y respondí: «Aquí me tienes, mándame a mí» (Is 6,1-8).

Esta experiencia desconcertante de sentirse invadido por Dios, lo marca para toda su vida. A partir de este momento, Isaías se siente transformado y convertido en “hombre de Dios”, capaz de mirar y juzgar las cosas desde la óptica de Dios.

Poco después de la vocación, Isaías se casó con una mujer, cuyo nombre desconocemos. De este matrimonio nacieron dos hijos: "Pronto-Saqueo-Rápido-Botín" y «Un resto volverá». En esto, Isaías siguió la misma conducta de Oseas, demostrando con ello que toda la existencia del profeta está al servicio del mensaje que Dios le ha encomendado.


El mensaje de Isaías

Resulta bastante difícil resumir en una pocas líneas el mensaje del profeta Isaías. En cuanto a su contenido, el mensaje de Isaías abarca dos grandes puntos: las injusticias sociales y las cuestiones políticas y religiosas.

Las injusticias cometidos por el pueblo de Yavé ofenden a la manera de ser Dios, ofenden su santidad. Por eso Isaías denuncia con fuerza la situación corrompida de su país. El profeta mira la realidad desde los ojos de Dios y ve que Jerusalén dejó de ser la esposa fiel para volverse una prostituta (Is 1,21). Todo el pueblo ha dejado a Dios y se ha corrompido:

El buey conoce a su dueño

y el burro el pesebre de su señor;

pero Israel no me conoce, mi pueblo no comprende.»

¡Ay, gente pecadora, pueblo cargado de crímenes,

raza de malvados, hijos perversos!

Han abandonado a Yavé,

han despreciado al Santo de Israel (Is 1,3-4).


¡Pobres de aquellos

que llaman bien al mal y mal al bien,

que cambian las tinieblas en luz

y la luz en tinieblas,

que dan lo amargo por dulce

y lo dulce por amargo!

¡Ay de los que se creen sabios

y se consideran inteligentes!

¡Pobres de aquellos que son valientes

para beber vino,

y campeones para mezclar bebidas fuertes,

y de los que perdonan al culpable por dinero,

y privan al justo de sus derechos! (Is 5,20-23).

Frente a la inminente invasión por parte de Asiria, los gobernantes de Israel buscan protección en las grandes potencias. Egipto es visto como el único poder que puede salvar al pueblo de Israel. Pero para Isaías esto es una idolatría – se pone a Egipto por encima de Dios, el único que puede salvara a Israel, el único en quien hay que confiar:

¡Pobres de aquellos que bajan a Egipto, por si acaso consiguen ayuda!

Pues confían en la caballería, en los carros de guerra, que son numerosos, y en los jinetes, porque son valientes. ¿Por qué no hicieron caso del Santo de Israel y no consultan a Yavé?

Porque él también es hábil en proporcionar desgracias, y no cambia su palabra. Pedirá cuentas a la banda de los malvados y el socorro con el que contaban no llegará.

El egipcio es un hombre y no un dios y sus caballos son carne, y no espíritu. En cuanto Yavé extienda su mano vacilará el protector y caerá quien buscaba protección; juntos perecerán (Is 31,1-3).

Algo especialmente grave en contra de la santidad de Dios es el culto religios que sólo busca encubrir una situación social injusta (Is 1,11-15; 29,13). Para que Dios escuche las oraciones de su pueblo, tiene que ver como la justicia se despliega ante sus ojos.

A este pueblo, perdido y asustado Isaías propone el único camino de salvación: aceptar la presencia de Dios en medio del pueblo y a partir de él promover la reconciliación y armonía universal (Is 11,6ss).


Reflexionemos:

- ¿Qué es lo más característico del profeta Isaías?

- ¿Qué semejanzas hay entre este profeta y los profetas Oseas y Amós?

- ¿Cuáles son las principales denuncias de Isaías?

- ¿Qué nos enseña el profeta Isaías a nosotros hoy?


Juan Stefanów

Centro Bíblico Verbo Divino

director@verbodivino-ecu.org