01 lipca 2002

Miqueas – un campesino que no se queda callado.

El libro del profeta Miqueas es uno de los profetas menores. Este nombre se justifica si miramos el tamaño del libro en comparación con los libros de Isaías, Jeremías o Ezequiel – los profetas mayores. Pero, si prestamos atención al contenido del libro, de ninguna manera Miqueas es un profeta menor. El mensaje del libro es profundo y comprometedor, tratando cuestiones desde la posesión de tierra y la corrupción en los tribunales, hasta cuestiones relacionadas con valores éticos de un país. Llama atención entonces el hecho de que el profeta Miqueas – de quien el libro toma el nombre – no fuera un intelectual, un hombre de gran ciudad, sino... un campesino del pueblito llamado Moreset, situado a unos 35 kilómetros al sudoeste de Jerusalén, cerca de la frontera entre el reino de Judá y Filistea.


El mundo de Miqueas

En la época en que Miqueas profetizó, Judá estaba bajo el dominio del Imperio Asirio. La presencia asiria se hizo sentir en Palestina en la segunda mitad del siglo VIII antes de Cristo. Como ya lo hemos visto cuando hablábamos de Amos, Oseas e Isaías – Miqueas es contemporáneo de todos ellos – en aquella época tanto el reino de Judá como el de Israel gozaban de un significativo crecimiento económico. Eran presa apetecible para el Imperio Asirio que cada vez avanzaba más del norte hacia el sur.

Frente a la amenaza de Asiria, se promovió una coalición antiasiria liderada por Rasín, el rey de Damasco. El Reino del Norte entró a formar parte de esta coalición, pero Ajaz, el rey de Judá, la rechazó y comenzó a sufrir represalias de parte de los sirios e israelitas. Amenazado por los ejércitos de Israel y Siria, Ajaz pidió socorro a Teglatfalasar, rey de Asiria, quien le echó una mano con mucho gusto. Bajo el pretexto de ayudar a Ajaz, el ejército asirio conquistó Damasco y buena parte del territorio en Israel. En cambio de la ayuda militar, el reino de Judá se convirtió en un país vasallo (=dependiente) del Imperio Asirio (2 Re 16,1-18).

Después de la conquista asiria de Samaría en el año 722 antes de Cristo, fueron deportados unos 27.000 habitantes del reino del Norte y Samaria se convirtió en la capital de la provincia asiria llamada Samerina. El reino de Judá conservó cierta independencia, pero tuvo que pagar fuertes tributos al rey de Asiria. Para conseguir este dinero, el rey de Judá aumentó los impuestos que cobraba a la gente del campo (1 Re 17,1-6).

Amenazados por la guerra y por falta de medios para sobrevivir en el campo a causa de elevados impuestos, muchos campesinos se desplazaron del interior del país hacia Jerusalén, la capital del reino de Judá, para buscar medios para sobrevivir. Parece que uno de ellos fue también Miqueas.


La vocación y el mensaje de Miqueas.

La experiencia de la vida en el campo, con toda su dureza, explotación e injusticias, y su posterior experiencia en la ciudad han hehco de Miqueas uno de los profetas más radicales en sus denuncias de la injusticia. El en texto de su libro se entrelazan fuertes denuncias y amenazas con oráculos de promesas. En el capítulo 2 del libro de Miqueas encontramos fuertes denuncias contra los ricos que se apoderan de casas y campos de los pobres:

Pobres de ustedes que meditan la injusticia, que toda la noche traman el mal, y al amanecer lo ejecutan cuando está a su alcance. Si les gustan campos, se los roban; si unas casas, se las toman. Se apoderan de la casa y de su dueño, de un hombre y de su propiedad (Miq 2,1-2).

Los principales responsables de la explotación son los malos gobernantes y los falsos profetas, es decir los que tranquilizan a los poderosos, callando la verdad o proclamando falsas verdades; se ponen al servicio de quien les da de comer, anunciándoles la paz (Miq 3,5), adivinando a cambio de dinero (Miq 3,11).

Aparte de las graves injusticias otro tema de las denuncias de Miqueas es la corrupción y la pérdida de valores que están destruyendo al pueblo:

Los creyentes han desaparecido del país, y entre sus habitantes no se encuentra ni siquiera un hombre justo. Sus manos son buenas para hacer el mal: el príncipe es exigente; el juez se deja comprar; el poderoso decide lo que le conviene. Su bondad es como cardo, su honradez peor que una hilera de espinos (Miq 7,2-4).

¿Hay alguna forma de salir de esta situación? Miqueas mira con optimismo hacia el futuro. El profeta entiende que Dios no puede realizar la liberación del pueblo sin la acción organizada del mismo pueblo. Para Miqueas, Yavé es fiel y continua comprometido con su pueblo. recogerá y reunirá a los pobres para que, organizados, conquisten su liberación (Miq 4,6-7).


Lea los siete capítulos del librito de Miqueas y trate de reflexionar:

- ¿Cuáles son las principales denuncias del profeta?

- ¿Qué alternativas planteas Miqueas frente a la desastrosa situación del país?

- ¿Tiene vigencia hoy el mensaje de Miqueas? ¿Qué nos enseña?


Juan Stefanów

Centro Bíblico Verbo Divino

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