01 grudnia 2002

Anunciar e identificar al Mesías

Uno de los personajes que nos acompaña en el tiempo de Adviento es Juan el Bautista. De él dijo Jesús: “entre los hijos de mujer no hay ninguno más grande que Juan Bautista” (Lc 7,28). Con él, el último de los profetas del Antiguo testamento, queremos cerrar este ciclo dedicado a los profetas de Israel.


La época en la que vivió Juan el Bautista.

En el siglo I de nuestra era Palestina vivió una época de fuerte convulsión social. Prácticamente desde que el país fue ocupado por los romanos, se fueron sucediendo grandes y pequeñas revueltas sociales. En el libro de los hechos de los Apóstoles encontramos una breve, pero significativa, descripción del ambiente social de Palestina hecha por un fariseo y doctor de la Ley, llamado Gamaliel: “tiempo atrás se presentó un tal Teudas, que pretendía ser un gran personaje y al que se le unieron unos cuatrocientos hombres. Más tarde pereció, sus seguidores se dispersaron, y todo quedó en nada. Tiempo después, en la época del censo, surgió Judas el Galileo, que arrastró al pueblo en pos de sí. Pero también éste pereció y todos sus seguidores se dispersaron” (Hch 7,36-37). En este ambiente se desarrolló la actividad profética de Juan, llamado el Bautista.


El precursor.

Los cuatro evangelios subrayan que la actividad profética de Juan el Bautista es anterior al ministerio de Jesús. Por eso también a Juan se le ve como el precursor del Mesías. Existía en Israel la antigua profecía del profeta Malaquías, según la cual, antes de la llegada del Mesías volvería a aparecer de nuevo el gran profeta Elías: Les voy a enviar al profeta Elías antes que llegue el día de Yavé, que será grande y temible. Él reconciliará a los padres con los hijos y a éstos con sus padres, para que, cuando yo llegue, no tenga que maldecir a este país (Mal 3,23-24). Muchos creyeron que en Juan se cumplió esta profecía; Jesús era uno de ellos (Mt 11,1-14; Mc 9,11-13).

“El drama” de Juan consiste en que su vida se compara con la de Jesús, subrayando siempre la superioridad de Jesús. En los primeros capítulos del evangelio de Lucas tenemos el mejor ejemplo de esta comparación: se narra la anunciación del nacimiento de Juan (Lc 1,5-25) y después la anunciación a María (Lc 1,26-38); todo este bloque termina con el encuentro de las madres, María e Isabel, durante el cual Juan en el vientre de Isabel baila delante de María, quien lleva en su vientre a Jesús (Lc 1,39-45), igual que David bailó delante del Arca de la Alianza (1Sam 2,1-10). Esta forma de organizar el relato tiene como finalidad dejar en claro que el personaje central, el Mesías, es Jesús; Juan es el que lo descubre y presenta a los demás (Jn1,19-34).


El profeta.

Sería injusto reducir la actividad de Juan sólo a la preparación del camino de Jesús. Juan es un auténtico profeta preocupado por la vida de su pueblo. Toda su actividad profética tenía como objetivo despertar la conciencia del pueblo y hacerlo volver a vivir el proyecto de la Alianza con Dios. Juan se ubica en el desierto y desde allí, recordando el desierto que atravesó el pueblo de Israel durante el Éxodo, lleva adelante su actividad profética. Mucha gente de Israel, siguiendo el llamado y el ejemplo de Juan, sale de Jerusalén, va hacia el desierto e inicia un nuevo éxodo: Juan el Bautista empezó a bautizar en el desierto. Allí predicaba bautismo y conversión, para alcanzar el perdón de los pecados. Toda la provincia de Judea y el pueblo de Jerusalén acudían a Juan para confesar sus pecados y ser bautizados por él en el río Jordán. Además de la piel que tenía colgada de la cintura, Juan no llevaba más que un manto hecho de pelo de camello. Su comida eran langostas y miel silvestre (Mc 1,4-6). Viviendo en el desierto, visitiendo y comiendo de lo que éste le proporciona, Juan subraya su total ruptura con la sociedad de su época, a la cual considera totalmente corrompida. Él quiere iniciar una nueva sociedad, justa y solidaria. Es conveniente subrayar que Juan no se limita en su predicación a cuestiones puramente religiosas. En su discurso condena cualquier forma de corrupción y explotación, reclama justicia y hace un llamado a la solidaridad: La gente le preguntaba: «¿Qué debemos hacer?» Él les contestaba: «El que tenga dos capas, que dé una al que no tiene, y el que tenga de comer, haga lo mismo». Vinieron también los cobradores de impuestos para que Juan los bautizara. Le dijeron: «Maestro, ¿qué tenemos que hacer?» Respondió Juan: «No cobren más de lo establecido». A su vez, unos soldados le preguntaron: «Y nosotros, ¿qué debemos hacer?» Juan les contestó: «No abusen de la gente, no hagan denuncias falsas y conténtense con su sueldo» (Lc 3,10-14). Sin duda alguna, Juan nos está dando un ejemplo vivo y actual cómo nosotros hoy podemos y debemos vivir nuestro compromiso con Dios y con el Evangelio.



Recordemos:

- ¿En qué circunstancias desarrolla Juan su actividad?

- ¿Cómo presentan los evangelistas a Juan Bautista?

- ¿A qué nos invita el ejemplo de Juan?


Juan Stefanów

Centro Bíblico Verbo Divino

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