01 stycznia 2003

La misericordia de Dios

El amor del Señor a sus fieles dura eternamente,

Y su salvación alcanza a hijos y nietos (Sal 103,17)


Con este nuevo año, queremos empezar la reflexión sobre la misericordia de Dios, es decir sobre el amor profundo que siente Dios Padre por nosotros, amor que es capaz de romper los más grandes muros de odio y egoísmo que se puedan formar en el corazón humano.


Cierto día un joven borracho atropelló a otro y lo mató. El padre, luego de sepultar a su hijo, fue directamente a la cárcel para conocer a quien le había quitado su ser más querido. Al verlo, no lo acusó, ni insultó, sino que lo abrazó y le dijo: “ya que fuiste causa de tan grande dolor, ahora serás causa de una nueva alegría en mi corazón, ¡ocupa tú el lugar de hijo!” .


¿Difícil verdad?... no es nada agradable tener que poner la otra mejilla frente a la agresión, frente a la explotación y las injusticias; no es nada fácil perdonar y acoger al agresor sin guardarle resentimiento por sus acciones. Pero ese es el desafío para los cristianos: Ser santos (misericordiosos) como nuestro Padre Dios lo es con nosotros.


Los textos bíblicos nos revelan un Dios papá, siempre dispuesto a celebrar que el hijo muerto en el pecado, vuelva a la vida (Lc 15, 31-32) Uno de esos textos es en Gn 18, 20-33, donde asistimos complacidos a una “negociación” entre Yavé y Abraham, éste último arguyendo a la misericordia de Dios para salvar por lo menos 10 personas de Sodoma... ¡y lo consigue! En Jeremías incluso se llega a proponer una sola persona para salvar toda la ciudad (Jer 5,1)


A lo largo de toda la Biblia leemos que el proyecto de Dios es que todos nos salvemos y gocemos de los frutos del Reino. Esta salvación la podemos obtener, o a través de las actitudes que manifestamos en nuestra vida personal, o por la intercesión de la comunidad que nos anima a la conversión. La primera es una opción personal, fruto de nuestra libertad, mientras que la segunda es una exigencia evangélica.

¿Cuántas veces hemos sentido el perdón divino? Dios siempre está dispuesto a acogernos, porque es Padre bueno que aun estando nosotros en el mismísimo infierno, allá está dispuesto a ir sí clamamos por salvación y nos acogemos a su amor. Entonces, ¿Cuántas veces estamos dispuestos a perdonar? ¿Seremos capaces de ir allí donde esté el hermano o hermana que necesita de nuestro amor?....


Cuando vayamos a reflexionar sobre el amor del Padre, recordemos que la misericordia debe ser infinita, capaz de encontrar siempre algo nuevo y novedoso en la persona, por mucho daño que nos haya causado. No se trata sólo de sentir compasión por las penalidades ajenas, se trata básicamente de la actitud decidida de perdonar y olvidar, de amar y animar al otro a que no desmaye en su camino a la perfección. Eso es ser Santos (misericordiosos) como lo es nuestro Padre Dios a través de su hijo Jesucristo.


Esta virtud no se logra de la noche a la mañana, de hecho es parte del dinamismo de la fe que se construye, y en ello se nos puede ir toda la vida. Por eso, este año queremos escarbar en los textos bíblicos que nos revelan que Dios Padre siempre escucha y acoge a quienes se levantan y vuelven a Él. Vamos a hacer juntos esta experiencia y ojalá que el Buen Padre se nos revele en toda su plenitud, como el Señor de la Vida.


Para reflexionar:


Leamos Lc 7,36-50 y compartamos las siguientes preguntas:


  1. ¿Cuál es el mayor error de Simón, el fariseo?

  2. ¿Cuáles son las condiciones para ser perdonados?

  3. ¿Por qué el perdón lleva a la salvación?