01 lutego 2003

Dios con ternura de madre

Yahvé le dijo: «He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he escuchado el clamor ante sus opresores y conozco sus sufrimientos. He bajado para librarlo de la mano de los egipcios y para subirlo de esta tierra a una tierra buena y espaciosa; a una tierra que mana leche y miel, al país de los cananeos, de los hititas, de los amorreos, de los perizitas, de los jivitas y de los jebuseos. Así pues, el clamor de los israelitas ha llegado hasta mí y he visto la opresión con que los egipcios los afligen. Ahora, pues, ve: yo te envío al faraón para que saques a mi pueblo, los israelitas, de Egipto» (Ex 3,7-10).


La palabra “misericordia”, usada para expresar la actitud de Dios hacia nosotros, procede da la lengua latina. Está formada por la unión de dos conceptos: “miser” que significar “pobre”, y “cor” que quiere decir “corazón”. Podríamos decir entonces que posee entrañas de misericordia quien da algo de sí mismo, entrega su corazón.

Sin embargo en el idioma hebreo, la lengua original de la Biblia, para expresar el concepto de la “misericordia” de Dios, se usa una expresión que tiene la misma raíz (RHM) que la palabra “vientre materno”. Esto nos ayuda a comprender que la “misericordia” es un concepto muy cercano a la “ternura”. Parece una forma mucho más acertada de expresar la actitud de Dios hacia nosotros. En el libro de Jeremías, Dios dice por la boca del profeta: ¿No es Efraín un hijo precioso para mí? ¿No es un niño en quien me deleito? Desde que hablé de él, lo he recordado constantemente. Por eso mis entrañas se conmovieron por él, y ciertamente tendré de él misericordia, dice Yavé (Jer 31,20).

El pasaje de extrema belleza y expresión de la misericordia de Dios, es el texto del libro de Éxodo citado al inicio de este artículo. Tratemos de ordenar un poco este texto para que quede más evidente su estructura:


Yahvé dijo (a Moisés):


He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto,

he escuchado el clamor ante sus opresores

conozco sus sufrimientos.


He bajado para librarlo de la mano de los egipcios y

para subirlo de esta tierra a una tierra buena y espaciosa; a una tierra que mana leche y miel, al país de los cananeos, de los hititas, de los amorreos, de los perizitas, de los jivitas y de los jebuseos.

Así pues,

el clamor de los israelitas ha llegado hasta mí y

he visto la opresión con que los egipcios los afligen.

Ahora, pues,

ve: yo te envío al faraón para que saques a mi pueblo, los israelitas, de Egipto.


Una vez ordenado el texto, saltan a la vista los verbos que expresan la sensibilidad de Dios: he visto, he escuchado, conozco... ¿Qué es lo que despierta la sensibilidad de Dios? – La aflicción, el clamor, los sufrimientos... de su pueblo.

Recordemos aquí una escena que seguramente cada uno de nosotros ha presenciado, o vivido, al menos una vez en su vida. En el parque, o en la plaza central de la ciudad, o del pueblo, se han encontrado las madres que han salido a pasear con sus niños. Aprovechando la tranquilidad del lugar, las mujeres han dejado “sueltas” a sus criaturas y disfrutan del momento de tranquilidad compartiendo las dificultades, las preocupaciones y los gozos del día que se está acercando a su fin. De repente... se oye el lloro de un niño. Todas se agitan, pero es sólo una la que corre hacia el clamor del niño – la madre que ha reconocido al instante la voz de su hijo.

Esta escena nos ayuda a entender mejor el sentido del texto del libro del Éxodo. Dios, coma la madre sensible al grito de su criatura, corre para socorrerlo – “he bajado para librarlo”, dice el texto de la Escritura. Dios está muy pendiente de lo que le ocurre a su pueblo, a nosotros, y acude enseguida en nuestra ayuda. Pero...

Fijémonos en los verbos doblemente subrayados: he bajado y ve: yo te envío que aparecen aquí como sinónimos. ¿Qué quiere decir esto? – que Dios no actúa personalmente sino que se sirve de personas a las cuales envía como sus mensajeros. Moisés cuando descubrió a Yavé, Dios compasivo y misericordioso, se sintió enviado a liberar el pueblo de la esclavitud y a calmar sus sufrimientos. De igual manera nosotros, creyentes en el mismo Dios, deberíamos ser misericordiosos, como él es misericordioso (Lc 6,36); o si lo preferimos, tener entrañas sensibles al grito de nuestros hermanos.

No debemos, sin embargo, confundir la “misericordia” con la “lástima”. La misericordia es una actitud y virtud cristiana, mientras la lástima suele ser una simple manifestación de nuestra sensibilidad. La lástima indica que el padecimiento del prójimo nos afecta, nos remueve las entrañas; pero no provoca la decisión de ayudar de manera eficaz a quien sufre. Cuando experimentamos la misericordia, se remueve nuestro interior ante el padecimiento ajeno; pero, además, adquirimos el compromiso de subsanar este sufrimiento.



Reflexionemos:

- ¿Qué aporta a tu fe esta imagen de Dios tierno y entrañable que encontramos en la Biblia?

- ¿Qué consecuencias tiene esto para tu vida y tu compromiso cristiano?

- ¿Cómo podemos ayudar a nuestro pueblo a descubrir esta imagen de Dios tierno y entrañable?



Juan Stefanów

Centro Bíblico Verbo Divino

director@verbodivino-ecu.org