01 maja 2003

Dios misericordioso y leal.

¿Qué Dios hay como tú, que perdone el pecado y absuelva al resto de su heredad? No mantendrá para siempre su cólera pues ama la misericordia; volverá a compadecerse de nosotros, destruirá nuestras culpas y arrojará al fondo del mar todos nuestros pecados! (Miq 7,18-19).


Al inicio de nuestras reflexiones de este año acerca de la misericordia de Dios en la Biblia, allá por el mes de febrero, decíamos que en el idioma hebreo, la lengua original de la Biblia, para hablar de la “misericordia” de Dios, se usa una expresión, RaHaMiM, que tiene la misma raíz (RHM) que la palabra “vientre materno”. Por consiguiente, la “misericordia” tiene mucho que ver con la “ternura”. Pero esta no es la única palabra que expresa “misericordia” en el idioma hebreo. Otra palabra, incluso más usada que RaHaMiM, es la palabra HeSeD (Jésed). Este término, HeSeD, significa en primer lugar “misericordia”, pero también se traduce como “lealtad”. Cuando en la Biblia leemos que Dios es misericordioso, tenemos que comprender entonces que es también leal.


Dios juega limpio

En el libro del Éxodo Dios se presenta a sí mismo diciendo:

Yo Yahvé, tu Dios, soy un Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres en los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me odian, pero tengo misericordia por mil generaciones con los que me aman y guardan mis mandamientos (Ex 20,5-6).

Normalmente se subraya de este texto el tema del castigo. ¡Que barbaridad, Dios castiga hasta la cuarta generación! Pero... si seguimos leyendo, descubrimos que, con los que siguen sus caminos, Dios tiene misericordia (y lealtad) por... ¡¡¡mil generaciones!!!

La lealtad de Dios hacia nosotros tiene mucho que ver con nuestra lealtad frente a él. Esto tiene su origen en la Alianza que Dios ha establecido con el pueblo de Israel:

Si escuchas los mandamientos de Yahvé tu Dios que yo te mando hoy, amando a Yahvé tu Dios, siguiendo sus caminos y guardando sus mandamientos, preceptos y normas, vivirás y te multiplicarás; Yahvé tu Dios te bendecirá en la tierra en la que vas a entrar para tomarla en posesión. Pero si tu corazón se desvía y no escuchas, si te dejas arrastrar a postrarte ante otros dioses y a darles culto, yo les declaro hoy que perecerán sin remedio y que no vivirán muchos días en el suelo que vas a tomar en posesión al pasar el Jordán. Pongo hoy por testigos contra ustedes al cielo y a la tierra: te pongo delante vida o muerte, bendición o maldición. Escoge la vida, para que vivas, tú y tu descendencia, amando a Yahvé tu Dios, escuchando su voz, viviendo unido a él; pues en ello está tu vida, así como la prolongación de tus días mientras habites en la tierra que Yahvé juró dar a tus padres Abrahán, Isaac y Jacob (Dt 30,15-20).

Dios, quien ha ayudado al pueblo de Israel a liberarse de sus opresores, lo ha sacado de la esclavitud, le ha dado la tierra y la posibilidad de ser protagonistas de su propia historia, les pide sólo una cosa: que respeten “las reglas de juego” – el proyecto amplio que Dios ha elaborado y dentro del cual ha incluido al pueblo de Israel. Seguir este proyecto significará para Israel paz, armonía y prosperidad; salirse de él, significará perdición y muerte – abandono por parte de Dios. Si leemos la Biblia con atención, vemos que Dios ciertamente cumple su promesa: acompaña y bendice a los que le son fieles. Sin embargo - y podríamos decir: ¡por fortuna! – no cumple su amenaza de muerte y abandono. Dios no abandona a los que se desvían de sus caminos, si misericordia no se lo permite, sino que los corrige.


La pedagogía de Dios

La mayoría de las Biblias que usamos no hablan de la corrección de parte de Dios sino de castigo de Dios. Sin embargo la palabra hebrea que usa la Biblia para la corrección es MuSaR, que tiene que ver con educación, instrucción, disciplina (la Biblia griega usa el término paideia – de allí nuestra “pedagogía”). Más que hablar entonces de los castigos de Dios tendríamos que estudiar la pedagogía divina. El libro de los Proverbios aconseja a sus lectores: No desprecies, hijo mío, la instrucción de Yahvé, que no te enfade su reprensión, porque Yahvé reprende a quien ama, como un padre a su hijo amado (Prov 3,11-12). Nuestro Dios es leal y misericordioso. Bendice y acompaña a todas las personas que siguen sus caminos, que se realizan dentro del proyecto de Dios; corrige e instruye a aquellos que se alejan de él para que recapaciten, cambien de vida y regresen a la Alianza con Dios.


Bendice al Señor, alma mía, alabe todo mi ser su santo Nombre.

Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguno de sus beneficios.

Él perdona todas tus ofensas y te cura de todas tus dolencias.

Él rescata tu vida de la tumba, te corona de amor y de ternura.

Él colma de dicha tu existencia y como el águila se renueva tu juventud.

El Señor obra en justicia y a los oprimidos les da lo que es debido. (...)

El Señor es ternura y compasión, lento a la cólera y lleno de amor (Sal 103,1-6.8).



Reflexionemos:

- ¿Has experimentado en tu vida la ternura de Dios?¿Cuándo?

- ¿En qué consiste la pedagogía de Dios?

- ¿Has experimentado en tu vida la corrección de Dios? ¿Cuándo?



Juan Stefanów

Centro Bíblico Verbo Divino

director@verbodivino-ecu.org