01 września 2003

Y la promesa se hizo realidad...

Muchas veces y de muchas maneras habló Dios antiguamente a nuestros padres por medio de los profetas, ahora en este tiempo final nos ha hablado por medio del Hijo (Heb 1,1-2).


Se ha escrito mucho acerca de las circunstancias históricas en las que vivió Jesús y acerca de todos los acontecimientos “importantes” que originaron la situación religiosa y política de su tiempo. Pero todos estos escritos, como la mayor parte de los libros de historia, nos cuentan únicamente lo que hacía y decía la gente “importante”. Jesús, sin embargo, surge como uno de los personajes “no importantes”. Aparece y desarrolla su actividad en el “reverso de la historia”, entre los que no cuentan. Aunque él mismo procedía más bien de la clase media, toda su vida estuvo marcada por la predilección por los pobres, los que sufren, los oprimidos. Elige sus compañeros entre la gente sencilla. Su lenguaje es el de los sencillos. No tiene casa propia, ni viaja con maletas y baúles, sólo con la ropa puesta. Conoce el cansancio y el hambre. Sufre el rechazo de los “importantes”, oye críticas de los adinerados, la murmuración de los grandes y de los “sabios”, las burlas de los que lo tratan de “loco”…

En su actuación pública Jesús se sitúa dentro de la tradición profética de Israel y se presenta como el que viene a realizar las esperanzas del pueblo fomentadas y alimentadas a lo largo de los siglos por los profetas. Anunció la Buena Nueva de Dios proclamando un tiempo de gracia, el cumplimiento de las promesas y la llegada del reino de Dios.

El tiempo se ha cumplido

Cada evangelista tuvo interés en presentarnos al principio de su obra una síntesis del mensaje de Jesús. Marcos, el primero en redactar un evangelio completo, lo resume en un breve anuncio: Se ha cumplido el plazo y está llegando el reino de Dios. Conviértanse y crean en el evangelio (Mc 1,15). Mateo incluye el mismo resumen de Marcos (Mt 4,17). Lucas, sin embargo, compone toda una escena rica en detalles. A diferencia de los otros sinópticos (Mateo y Marcos), Lucas conecta el anuncio de la llegada del reinado de Dios con la proclamación de “un año de gracia del Señor”:


14 Jesús, lleno de la fuerza del Espíritu, regresó a Galilea, y su fama se extendió por toda la comarca. 15 Enseñaba en las sinagogas y todo el mundo hablaba bien de él.

16 Llegó a Nazaret, donde se había criado. Según su costumbre, entró en la sinagoga un sábado y se levantó para hacer la lectura. 17 Le entregaron el libro del profeta Isaías y, al desenrollarlo, encontró el pasaje donde está escrito:

18 El espíritu del Señor está sobre mí,

porque me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres;

me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y dar vista a los ciegos,

a libertar a los oprimidos 19 y a proclamar un año de gracia del Señor.

20 Después enrolló el libro, se lo dio al ayudante y se sentó. Todos los que estaban en la sinagoga tenían sus ojos clavados en él. 21 Y comenzó a decirles:

Hoy se ha cumplido el pasaje de la Escritura que acaban de escuchar.


El texto de Isaías leído por Jesús.

En el libro de Isaías, en la parte escrita después del exilio de Babilonia (587-538 a.C.), se proclamaba “un año de gracia del Señor”, en el que acontecería la liberación anunciada por el Jubileo (Is 61,1-2):

1El Espíritu del Señor está sobre mí,

porque el Señor me ha ungido.

Me ha enviado para dar la Buena Nueva a los pobres,

para curar los corazones desgarrados, y anunciar la liberación a los cautivos,

a los prisioneros la libertad.

2Me ha enviado para anunciar un año de gracia del Señor y un día de venganza para nuestro Dios.

Este texto de Isaías era uno de los pasajes seleccionados para ser leído al comienzo del Año Jubilar, que era una buena noticia para los pobres, los esclavos, endeudados y oprimidos, pues era la ocasión prevista legalmente para recuperar la propiedad perdida y la condición de libertad.

En Palestina, durante el siglo I, todos los grupos religiosos anhelaban la actuación inminente de Dios, la llegada del Mesías. Los fariseos atribuían a este Mesías dos tareas: por una parte, instauraría un Reino en el que ellos ocuparían un lugar privilegiado; por otra parte, juzgaría y condenaría a los pecadores y a los disconformes con la posición farisea. Jesús, al leer a Isaías, suprime la referencia al castigo divino. Anuncia un tiempo de gracia, no de venganza. El reino de Dios proclamado por Jesús es para todos y especialmente para los oprimidos. Las curaciones, la devolución de la vista o el oído, el ocasionar alegría, el sacar del cautiverio, el proclamar la libertad o el perdón y el dar la buena noticia… son diferentes formas de describir la liberación.


La actualización de Jesús.

Jesús anuncia el cumplimiento del oráculo de Isaías en el tiempo presente diciendo: Hoy se ha cumplido el pasaje de la Escritura que acaban de escuchar” (Lc 4, 21). La esperanza de liberación que Israel depositó en la actuación misericordiosa de Dios, alcanzan su plenitud en Jesús de Nazaret. Con Jesús, “hoy”, llega el Jubileo, el año de gracia, el año de la liberación de los cautivos y de la Buena Nueva para los pobres.


Reflexionemos:

- ¿En qué consiste el proyecto de Jesús?

- ¿Por qué la vida y el mensaje de Jesús son buena noticia especialmente para los marginados?

- ¿De qué manera podemos continuar hoy el proyecto de Jesús ?



Juan Stefanów

Centro Bíblico Verbo Divino

director@verbodivino-ecu.org