01 października 2003

Haz tú de la misma manera...

La parábola del buen samaritano es uno de los textos más hermosos en el Nuevo Testamento acerca de la vivencia práctica de la misericordia. Veámoslo hoy de manera un poco más estructurada:


25 Se levantó un experto en la Ley y dijo, para ponerle a prueba:


«Maestro, ¿qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna

26 Él le dijo: «En la Ley ¿qué está escrito?

¿Cómo lees?»

27 Él, respondiendo, dijo:

«Amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza, y con toda tu mente;

y a tu prójimo como a ti mismo».

28 Díjole entonces: «Bien has respondido. Haz esto y vivirás


29 Pero él, queriendo justificarse, dijo a Jesús: «Y ¿quién es mi prójimo

30 Respondiendo, Jesús dijo:


«Bajaba un hombre de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de salteadores que, después de despojarle y darle una paliza, se fueron, dejándole medio muerto.


31 Casualmente, bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verle, dio un rodeo.

32 De la misma manera, un levita que pasaba por aquel sitio, al verle, dio un rodeo.

33 Pero un samaritano que iba de camino llegó junto a él y, al verle, tuvo compasión.

34 Acercándose, vendó sus heridas, echando en ellas aceite y vino; y le montó luego sobre su propia cabalgadura, le llevó a una posada y cuidó de él.

35 Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al posadero, diciendo:

`Cuida de él y, si gastas algo más, te lo pagaré cuando vuelva.'


36 ¿Quién de estos tres te parece que se comportó como prójimo del que cayó en manos de los salteadores?»


37 Él dijo: «El que practicó la misericordia con él.»

Díjole Jesús: «Vete y haz tú de la misma manera.»



En el contexto del Evangelio de Lucas, este texto está situado en la parte central del Evangelio, llamada también el camino hacia Jerusalén (Lc 9,51- 19,28). La estructura de todo este pasaje es concéntrica. En los extremos (10,25-28 y 10,29 30.36 37) tenemos dos partes del diálogo de Jesús con el experto en la Ley. En el centro del segundo diálogo está situada la parábola del buen samaritano construida también concéntricamente alrededor de los versículos 31-33 que constituyen su núcleo.


Mensaje de Lucas a su comunidad


El experto en la Ley, preocupado por el correcto cumplimiento de la Torá, le pregunta a Jesús: ¿qué hay que hacer, como vivir, para obtener la vida eterna? Jesús, respondiendo a su preocupación, lo reenvía a la Ley misma: En la Ley ¿qué está escrito? ¿Cómo lees? (10,26). La Ley citada por el letrado es el Deut 6,5: Amarás a Yahvé tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas; es parte del famoso Shemá, oración recitada por los israelitas todas las mañanas. A este mandato de amor a Dios unido al otro, referente al amor al prójimo (tomado de Levítico 19,18), el letrado resume los 713 preceptos de la ley enseñada por los rabinos.

El “problema” del letrado no es la ley misma sino una recta definición quién es su prójimo. El texto del Levítico es ambiguo: por una parte el prójimo es el otro israelita (veamos Lv 19,16-18), pero al final del mismo capítulo 19 se dice que al forastero hay que amar como a uno mismo (veamos Lv 19,34). Tiene su sentido entonces la pregunta del letrado: ¿quién es el prójimo: el israelita o el forastero? Traducido al contexto de la comunidad de Lucas podemos formular la pregunta de manera siguiente: ¿Tenemos que amar a los de nuestra comunidad o también a los paganos que no son de los nuestros? ¿Tenemos que amar también a los invasores romanos?

En lugar de la respuesta directa de Jesús, tenemos la parábola del buen samaritano. Esta parábola, leída bajo el prisma del problema que acabamos de plantear, revela detalles muy iluminadores. En primer lugar, no está definida para nada la identidad del hombre que cayó víctima de los asaltantes – lo único que se nos dice es que bajaba de Jerusalén a Jericó; no sabemos si era judío, griego o romano. Tampoco sabemos quiénes eran los asaltantes. Los que sí son presentados con todos los detalles, son los personajes que se encuentran con la víctima del asalto: el sacerdote, el levita y el samaritano – todos ellos sujetos de la Ley. Los dos primeros se comparan con los asaltantes – se van dejando a la pobre víctima moribunda. Sólo el samaritano, despreciado y rechazado por los judíos, es quien ama a la víctima como a sí mismo.

La clave de la parábola está en la pregunta de Jesús: ¿Quién de estos tres te parece que se comportó como prójimo del que cayó en manos de los salteadores? (10,36). No se trata de uno busque quiénes son mis prójimos sino más bien se trata de que nos hagamos el prójimo de los demás. En la parábola del buen samaritano el prójimo del hombre que cayó víctima del asalto fue el que practicó la misericordia con él (10,37a). La recomendación de Jesús al experto en la Ley, la recomendación de Lucas a los miembros de su comunidad es: haz tú de la misma manera (10,37b).


Pistas para la relectura

El legalismo es uno de los males que padecen actualmente muchas de las comunidades cristianas. ¿Qué tengo que hacer para salvarme? Fruto de una preocupación exagerada por la “sana doctrina” y el cumplimiento estricto de los mandamientos, ritos, leyes y normas religiosas, se ha perdido la sensibilidad social de muchas comunidades cristianas. Más preocupante todavía es el crecimiento del número de comunidades donde los grandes males sociales se ven como el castigo de Dios hacia los pecadores. Basta mencionar sólo el trato discriminatorio que sufren los enfermos de SIDA en encuentro con muchos cristianos bautizados, creyentes y practicantes.

Es mucho más fácil convocar hoy centenares de personas para una adoración nocturna en absoluto silencio y penitencia que juntar una decena de voluntarios para la atención de mendigos o enfermos terminales en cualquier albergue municipal.

La parábola del buen samaritano sigue teniendo la misma fuerza profética que hace dos mil años. Seguimos teniendo la necesidad de que Jesús nos diga de nuevo: haz tú de la misma manera (10,37b).



Reflexionemos:

- ¿Con cuál de los personajes de la parábola del buen samaritano te identificas? ¿Por qué?

- ¿Qué desafíos plantea esta parábola a ti personalmente y a los cristianos en general?



Juan Stefanów

Centro Bíblico Verbo Divino

director@verbodivino-ecu.org