01 marca 2003

Dios amante de la vida

Tú siempre puedes utilizar tu poder.

¿Quién va a resistir la fuerza de tu brazo?

El mundo entero es ante ti como un gramo en la balanza,

como gota de rocío matutino sobre la tierra.

Pero te compadeces de todos porque todo lo puedes

y pasas por alto los pecados de los hombres para que se arrepientan.

Amas a todos los seres

y no aborreces nada de lo que hiciste;

pues, si algo odiases, no lo habrías creado.

¿Cómo subsistiría algo, si tú no lo quisieras?

¿Cómo se conservaría, si no lo hubieras llamado?

Pero tú eres indulgente con todas las cosas, porque son tuyas

Señor, amigo de la vida (Sb 11,21-26).


Muchos de nuestros lectores conocen seguramente la historia de Jonás, el “profeta rebelde” que quería enseñarle a Dios como ser Dios. Los que no la conocen que se lean la novelita bíblica sobre el profeta Jonás. La encontrarán entre los libros proféticos, aunque su lugar más adecuado estaría entre los libros sapienciales...

Cuenta este libro, que Jonás recibió de Dios el encargo de ir a Nínive, la gran ciudad pecadora, para invitar a sus habitantes a la conversión. Sin embargo Jonás no sólo no le hace caso a Dios, sino que escapa, tratando de estar lo más lejos posible de Dios y de Nínive – el destino de su misión. Lo que sigue, lo conocemos de sobra – se desata la tormenta, el barco comienza a naufragar, Jonás se confiesa culpable de la ira de Dios, es arrojado al mar, se lo traga un enorme pez y lo lleva al punto de partida... Jonás aprende que no se puede escapar de Dios.

Finalmente, Jonás acepta a llevar adelante su misión. Recorre la gran ciudad predicando el mensaje de conversión. Los ninivitas se arrepienten de su mala conducta, proclaman ayuno y penitencia e invocan la misericordia de Dios. Al ver semejante cambio, Dios se arrepintió del castigo que había anunciado contra ellos, y no lo ejecutó (Jon 3,10). ¡La misión fue todo un éxito! Pero... Jonás en vez de alegrarse, sintió un gran disgusto, se enfureció... ¿Por qué? – porque Dios es demasiado bueno. En vez de castigar con todo rigor a los pecadores, les perdona y les da una nueva oportunidad. Nos enteramos de la propia boca de Jonás que la causa de su huida de la misión fue justo esa - no quería hacer llegar el mensaje de Dios a los habitantes de Nínive porque sabía que si ellos se convertían, Dios les perdonaría: «¡Ay, Yahvé! Ya lo decía yo cuando estaba todavía en mi tierra y por eso me apresuré a huir a Tarsis: pues sabía que tú eres un Dios clemente, compasivo, paciente y generoso, que se arrepiente del castigo (Jon 4,1-2). Si Jonás pudiera actuar en lugar de Dios, a los pobres ninivitas les hubiera “partido el rayo” y quemado el fuego de la ira. Dios le hace ver a Jonás que piensa así porque no tiene ninguna vinculación afectiva con los habitantes de Nínive, sin embargo, Dios, que les ha dado la vida y los ha visto crecer, no los puede aniquilar porque los ha creado y los ama.

Toda esta historia, en el fondo, trata de corregir falsas imágenes de Dios. Mucha gente piensa que Dios es un ser cruel y despiadado, muy exigente con sus criaturas, que a menor falla las castiga sin piedad ni misericordia. El libro de Jonás trata de decirnos que nuestro Dios no es así, sino que nos ama y trata de buscar nuestro bien.

Esta imagen tierna y bondadosa de nuestro Dios la ha captado muy bien el autor del libro de la Sabiduría. Este escritor sagrado, viendo que muchos de sus compatriotas judíos odiaban a sus enemigos y esperaban que Dios los hiciera perecer delante de sus ojos, trata de proclamar el amor universal de Dios hacia todas las criaturas. ¿Cómo Dios puede castigar a sus criaturas si él mismo las ha creado? Dios no va en contra de la vida, sino que es su garante y amigo; es su amante:


Amas a todos los seres

y no aborreces nada de lo que hiciste;

pues, si algo odiases, no lo habrías creado.

¿Cómo subsistiría algo, si tú no lo quisieras?

¿Cómo se conservaría, si no lo hubieras llamado?

Pero tú eres indulgente con todas las cosas, porque son tuyas

Señor, amigo de la vida (Sb 11,21-26).


Conviene que leamos con frecuencia este texto, y otros parecidos, para no repetir en nuestra vida y nuestra práctica de catequistas el mismo error de Jonás: ser más exigentes e intransigentes con nosotros y con los demás que Dios mismo lo es. No queramos enseñarle a Dios ser Dios, sino más bien aprendamos de él que es compasivo y misericordioso (Cf. Sant 5,9-11).




Reflexionemos:

- ¿Por qué Jonás no quiso llevar adelante la misión que Dios le encomendó?

- ¿por qué Dios no es un Dios castigador sino que ama a sus criaturas?

- ¿Qué imagen tenemos nosotros de nuestro Dios?

- ¿Cómo podemos descubrir y transmitir a los demás el autentico rostro de nuestro Dios, amante de la vida?



Juan Stefanów

Centro Bíblico Verbo Divino

director@verbodivino-ecu.org